En Chile hay 2.068.072 personas con algún tipo de discapacidad. De ellas, el 7,7% tiene esa discapacidad producto de accidentes urbanos, laborales, domésticos, de tránsito, deportivos e inmersión.

Como Ministerio de Desarrollo Social estamos impulsando a través de Senadis una campaña para educar a las personas acerca de cómo prevenir accidentes en piscinas, playas, ríos y lagos durante este verano.

Según la OMS, los ahogamientos son la tercera causa de muerte por accidente en el mundo, y en Chile es la primera causa de muerte en menores de 18 años.

En promedio, cada año mueren 264 niños mayores a un año por asfixia por inmersión en Chile. El 85% de ellos corresponden a accidentes producidos en piscinas, bañeras, baldes, canales y playas.

Los accidentes más comunes en nuestro país corresponden a piqueros mal ejecutados, caídas a la piscina, clavados desde altura y accidentes por bañarse en lugares indebidos, cuyas principales consecuencias son paraplejia, cuadraplejia, pérdida parcial de la movilidad y daño neurológico.

No queremos que estas cifras sigan aumentando, por ello eviten correr por los bordes de la piscina, no bañarse en ríos prohibidos, no tirarse piqueros, no bañarse bajo los efectos del alcohol, instalar rejas o protecciones al rededores de las piscinas y evitar saltos desde altura, como árboles, miradores y roqueríos.

Según expertos, cuando una persona cae al agua, hay cinco minutos como plazo máximo para efectuar la reanimación. En ese lapso deja de llegar oxígeno al cerebro y eso produce un daño neurológico irreversible o eventualmente la muerte. Por ello, es fundamental que las personas manejen nociones básicas de primeros auxilios.

Estas simples recomendaciones permitirán que las principales noticias de los medios de comunicación sean las bondades de La Araucanía y no las muertes por inmersión. No lo olvides "Cuidate, haz de este verano, un verano seguro".

seremi de Desarrollo Social

De manera transversal los incendios forestales están afectando al país. Tanto en la zona central como en el sur, el fuego ha devorado más de 40 mil hectáreas, entre pastizales, matorrales y plantaciones de bosques, generando una sensación de profundo temor en las poblaciones más cercanas al fuego y la interrogante generalizada en la opinión pública acerca de las causas de tantos focos repartidos en al menos seis regiones. Aunque las autoridades han señalado que ha habido una larga preparación en el Gobierno para afrontar la ocurrencia de estos siniestros, que ya el año pasado dejaron una profunda estela de destrucción en la Región del Bío Bío, el fuego ha sido de tal intensidad que prácticamente vanos han sido los esfuerzos del personal de Conaf, de las empresas forestales y de Bomberos para contener a tiempo las llamas.

La Araucanía, que el año pasado se mantuvo casi ajena a la destrucción de los incendios forestales, ha sido escenario esta temporada de siniestros que han amenazado a la población periférica de Angol, a comunidades mapuches de Ercilla y a empresas ubicadas a un costado de la Ruta 5 Sur en la provincia de Malleco. Lo más inquietante ha sido que en al menos uno de estos siniestros, los brigadistas escucharon disparos de armas de fuego, entorpeciendo su combate contra el fuego; además del incrompensible capítulo de un helicoptero que fue baleado mientras intentaba aprovisionarse de agua para luchar contra los incendios.

Si ya es difícil enfrentar las llamas que arrasan con bosques, pastizales y matorrales, aún más lo será si para quienes concurren a combatirlo, además del riesgo que implica desempeñarse en tan extremas condiciones, tendrán que velar por su seguridad frente a situaciones en las que intervienen terceros con fines poco claros todavía. Es esencial que los brigadistas puedan trabajar en un ambiente seguro, hasta donde se puede llamar seguro el combatir el fuego, de modo que es responsabilidad de toda la comunidad generar esas condiciones. En caso contrario, es mucho lo que está en peligro.