La presentación del Niño Jesús y la Candelaria
Si había una nueva pista, era un deber para los organismos pertinentes actuar oportunamente. En este caso, la omisión también es un tipo de injusticia.
Como discípulos de Él, también nosotros hemos de ser reflejo de esa única luz
La Fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, que este domingo celebramos, nos recuerda uno de los misterios gozosos; el cual puntualiza que después del nacimiento de Jesús, el Niño Dios fue presentado en el Templo, junto al rito de purificación de su madre, donde fue presentada la ofrenda que la ley prescribía para la gente sencilla. Esta celebración nos hace entrar en contacto con la tradicional Fiesta de la Candelaria que tanta fuerza tiene en distintas zonas de nuestro país. Esta tradición tiene su raíz bíblica en esa hermosa expresión de fe de Simeón quien ante la presencia del Niño Jesús en el Templo, lo llama "Luz para iluminar a las naciones…". De hecho, en el mismo evangelio Jesús expresa que Él es la Luz del mundo, y que el que camina en Él no caminará en las tinieblas. Como discípulos de Él, también nosotros hemos de ser reflejo de esa única luz, que quiere iluminar la vida de toda persona. La Fiesta de la Candelaria nos invita a meditar si somos realmente esa luz que este mundo necesita y espera; esas candelas encendidas que disipan la oscuridad y las tinieblas. Nuestra Fe ha de ser Luz (Lumen Fidei), que aclare e ilumine el camino de todos nosotros y de tantas personas que viven en la oscuridad, no sólo del mal, de la duda, sino también del dolor, de la desesperanza, y de la falta de fe. Por eso nuestra oferta gratuita, que no es otra cosa que la misma persona del Señor, es una oferta luminosa, que abre horizontes, que muestra el camino, pero que no encandila, sino que permite ver y contemplar.
El mundo actual quiere luz, pero a veces confunde ese deseo con las luces que no nos dejan ver la realidad, que nos ciegan en nuestra facultad de ver realmente; lo que nos hace descubrir cada cosa en su propia tonalidad, en su propia forma; quizás eso es lo que sucede cuando no logramos ver al que sufre, al que está solo, al enfermo, al que se siente triste. Una luz verdadera, como lo es Cristo, y su correlato en la vida del cristiano, deja contemplar, y pone de relieve cada cosa de la realidad; cada situación vital y existencial, y no sólo luces de éxito y de satisfacción egoísta. La Sagrada Familia de Nazareth va al templo con fe, con la fe del pueblo de Israel, aquella que fue heredada en sus tradiciones y leyes, y reciben esa hermosa acogida de Simeón y Ana, los pobres de Yahvé, que con asombro ven esta pequeña Luz, que llegará a ser grande, y que no dejó de impresionar sus corazones sencillos y humildes. En sus corazones ya estaba esa Luz de la fe, que les permitió ver en ese Pequeño Niño, al Salvador del Mundo.
obispo de Temuco