El 'Quijote de la cordillera' perdió todo en un incendio
tragedia. Mauricio Alarcón, creador de una ONG que lleva periódicamente ayuda a familias necesitadas de Lonquimay, sufrió la destrucción de su patrimonio en siniestro.
Por más de 14 años, Mauricio Alarcón Vidal ha entregado su tiempo, esfuerzo y cariño a la gente de la alta cordillera de Lonquimay. Auxiliar administrativo de la inspectoría zonal sur de la Defensoría Penal Pública en Temuco, a sus 35 años logró levantar una ONG -'Amigos solidarios por Chile'- que periódicamente sale desde la capital regional hacia las montañas a entregar alimentos, ropa, medicinas y apoyo de distintos profesionales. Su entusiasmo y dedicación le valió incluso el apodo de 'el Quijote de la cordillera'.
Por esas extrañas paradojas del destino, este vecino ejemplar se vio envuelto en una desgracia peor que las que combate. Apenas a 4 días del nacimiento de su segunda hija, el pasado miércoles la casa donde vivía se incendió junto a otras dos viviendas en calle Cacique Melivilu, en el corazón de Pueblo Nuevo. El fuego arrasó con todo, con las pertenencias de la familia, con los juguetes de las 2 pequeñas, con ropa y medicina que tenían como destino las alturas de Lonquimay.
'Muy pocas cosas lograron salvar del incendio, colchones por ejemplo, que no se quemaron y a los que trataremos de quitarle las huellas del agua y del humo, y las llevaré a la cordillera, porque sé que a la gente allá les va servir mucho más que a mí', señala Mauricio Alarcón, en medio de los restos calcinados de lo que fuera su casa. 'Yo estoy dispuesto a partir de cero y levantarme de nuevo'.
El trabajo solidario de este vecino de Pueblo Nuevo ha dejado marca en cada rincón de la apartada comuna de Lonquimay. Icalma, Galletué, Marimenuco, Pichipehuenco, Ranquil, Pelehue, Troyo, Contraco, El Naranjo, Pedregoso, Liucura, son algunos de estos hermosos y áridos puntos hasta donde Mauricio Alarcón ha llegado con su ONG, llevando apoyo material y espiritual y con la misión de cambiar la mentalidad de los vecinos de estos lugares, donde la dura realidad les ha llevado a creer que su existencia es para subsistir y nada más.
'Partí con este trabajo solidario en Lonquimay hace 14 años', dice Alarcón. 'Antes de eso recorría las calles de Temuco, las inmediaciones de la Feria Pinto, el sector centro, apoyando a la gente en condición de pobreza. Fue en esas circunstancias que conocí a un carabinero que me dijo que lo que se entregaba solidariamente en las calles de Temuco, para la gente de la cordillera podía ser oro, porque allá la gente sufría mucho, por el clima, el abandono, la pobreza. Tras la conversación, le pregunté cómo podía llegar yo hasta esa zona de montañas, nunca había ido para allá, yo no tenía vehículo, así es que el mismo carabinero me vino a buscar un sábado y me llevó a Lonquimay'.
Dos casos que conocía Carabineros fueron los que marcaron el futuro de Mauricio Alarcón ya en esa primera salida: uno, un niño inválido de 8 años que vivía en un chiquero con los chanchos, y el otro de un adulto mayor que vivía solo en una ruca y que se 'tapaba' con 4 perros para aguantar el frío.
'Yo vi eso y desde entonces que no dejé de subir a la cordillera', asegura. 'Partimos haciendo operativos con los militares, 4 ó 5 veces al año, y después ya se fue masificando, fui conociendo otras realidades, trabajando con los niños en los distintos colegios. Luego los mismos carabineros nos fueron llevando a las casas. Poco a poco nos fuimos reuniendo más personas en torno a esta red solidaria, y conformamos así una ONG denominada 'Amigos Solidarios por Chile', con Personalidad Jurídica incluida. Y tan bien nos fue que solo el año pasado realizamos cerca de 60 operativos'.
La última visita realizada por Mauricio Alarcón a Lonquimay fue hace poco más de un mes, ocasión en que llegó con su cargamento de ayuda material y de apoyo para los vecinos que conviven a diario con la nieve y la falta de oportunidades.
'La pobreza en las zonas apartadas de Lonquimay es muy distinta de la pobreza en otras partes de la Región, pues es gente que viene sufriendo abandono por siglos y que hoy sigue viviendo en la mismas condiciones que sus abuelos', dice Alarcón. 'Es una miseria donde la resignación tiene mucho que ver, por lo que se requiere de un cambio de mentalidad, y para ello hemos estado trabajando con los niños, los hemos sacado de la cordillera y les hemos mostrado que detrás de esas montañas hay un mundo distinto para ellos, una sociedad que tiene que tenderles la mano'.
Precisamente este vecino ejemplar estaba en los preparativos de una nueva salida hacia las montañas cuando el fuego destruyó la vivienda donde arrendaba, quemando todas sus pertenencias y la ayuda que habían reunido para Lonquimay, principalmente valiosas medicinas.
'Estábamos recién partiendo en esta casa, la habíamos arrendado en diciembre y apenas hacía 4 días que nació mi hija Mailén', dice Mauricio Alarcón, quien compartía la vivienda con su esposa Valeria Llanquinao y su hija mayor, Florencia, de 7 años.
La vivienda, signada con el 01430-B, interior, fue una de las 3 casas afectadas por el incendio del miércoles en calle Cacique Melivilu, sector Los Trapiales. Providencialmente, no había nadie en la casa en el momento que se desató el fuego.
'El incendio se produjo cerca de las 10 de la mañana', señala Alarcón. ', 'estábamos en la casa de mi mamá, a un par de cuadras nada más, yo había venido temprano ese día a mi casa, dejé fuego encendido en la estufa para temperar, porque mi intención era pintar el dormitorio de mi hija. Luego de eso volví a la casa de mi mamá a tomar desayuno, cuando una vecina fue a avisarme que mi casa se estaba quemando'.
'Pese a que estaba muy cerca, cuando llegué ya no había nada que hacer', continúa el relato. 'Era impresionante ver el fuego desatado, cosas así demuestran la fragilidad del ser humano, en minutos vi desaparecer el esfuerzo de años, y lo mismo ocurrió con otras 2 casas que se quemaron, donde esas familias perdieron una vida de esfuerzos'.
Prácticamente todo se perdió producto del fuego, el humo y el agua. En medio de la tragedia, Mauricio Alarcón lamenta que se hayan perdido valiosas medicinas para sus amigos de Lonquimay.
'Hace unos días había recibido desde Santiago una caja con medicinas carísimas para nuestros operativos, las que iban a ser entregadas a los doctores que nos iban a acompañar a la cordillera, y lamentablemente todo eso se perdió, no se puede ocupar y hay que destruirlo, no puedo tirarlas a la basura porque las van a ocupar igual… Y lo mismo ocurrió con ropa y leche que habíamos reunido, aporte de empresas y gente que nos conoce'.
Mauricio Alarcón asegura que continuará con su labor solidaria en Lonquimay. 'Es parte de mi vida, donde he involucrado a mi familia, a mis amigos, hay que simplemente no tener corazón para no hacer algo por ellos', asegura.
Respecto de la paradoja de sufrir esta desgracia después de entregar todo por el prójimo, Alarcón es contundente: 'Yo sé que Dios le manda estas pruebas a la gente que tiene la entereza para poder soportarlas y salir adelante. A veces nos mueve un poco para decirnos, oye yo estoy aquí, no te olvides de mí'.
'El incendio destruyó las medicinas que habíamos conseguido, que eran carísimas. Todo esto se perdió, no se puede llevar a la cordillera. Hay que destruirlas, no puedo tirarlas a la basura porque las van a sacar'.