Me he tomado un tiempo para reflexionar y poder manifestar mi opinión públicamente respecto del polémico y bastante discutido proyecto sobre la despenalización del aborto. En efecto, no es una temática fácil de abordar y, menos aún, pensar que somos poseedores de la verdad.
En primer lugar, existen estudios que comprueban que la mortalidad materna no disminuye por la legalización del aborto cuando está en riesgo la vida de la madre. No es menor considerar, dentro de la discusión, que Chile tiene la tasa de mortalidad materna más baja de toda América Latina, mejor que Estados Unidos y sólo superada por Canadá.
Tengo la convicción más absoluta que las mujeres embarazadas, en Chile, ni en ninguna parte del mundo, deben morir cuando corre riesgo su vida, ya que el médico está obligado a actuar para salvar la vida de ambos y, en caso que definitivamente no se pueda, es claro que debe salvar la vida de la madre, sin necesidad de ninguna ley.
En el caso del aborto por inviabilidad del feto, ningún ser humano debe ser discriminado sobre la base de una enfermedad o discapacidad, ya sea antes o después de nacer. Privar a un ser humano de nacer, porque no cumple nuestras expectativas es, claramente, una cruel discriminación que rechazo profundamente.
Ahora bien, el aborto inducido en caso de un embarazo producto del aberrante acto de violación es también un acto de violencia en contra de la mujer, quizás tan aberrante como la violación misma. Es decir, se somete a mujeres a dos traumas y actos de una gran violencia. Múltiples estudios internacionales concluyen que las mujeres que han tenido abortos inducidos presentan mayor riesgo de patologías psiquiátricas, en comparación con aquéllas que han seguido con su embarazo.
Me parece de un gran egoísmo aquel argumento que defiende la legalidad del aborto o interrupción del embarazo en función que las mujeres tendríamos derecho a decidir sobre nuestro cuerpo. Los hijos en gestación, si bien crecen en el vientre de sus madres, son seres humanos genéticamente diferentes, de forma tal que no tenemos derecho a disponer sobre su cuerpo y su propia vida.
Pero insisto, yo tengo clara mi postura, pero eso no significa que sea poseedora de la verdad. Existe el libre albedrío, pero espero que esa libertad de pensamiento nos lleve a tomar buenas decisiones de las cuales no tengamos que arrepentirnos el resto de nuestras vidas.