A propósito de la reforma educacional
En esta columna no trataré las cuestiones más peliagudas de la aún incógnita reforma educacional que está proponiendo el Gobierno. Lo que sí pareciera observarse, sin ánimo de profundizar en temas como el de los colegios subvencionados, pues cada uno defenderá sus propias posiciones a partir de sus particulares intereses, es que el Gobierno viene dando tumbos. La mejor metáfora para graficar esto es que pareciera alguien que llega de noche a una habitación sin luz y va golpeándose contra muebles, paredes, se pega en el dedo pequeño, grita, se da uno que otro cabezazo, pide ayuda, en fin, debe estar continuamente volviendo atrás debido a una mezcla de pánico y euforia.
Hay una cosa que me gustaría exponer, pues me parece un tema importante para el mundo que está siendo y, más aún, para el mundo que viene. Se trata de la realidad de hacer clases hoy. Los expertos perdonen la simplificación. Los maestros tendrán sus propias experiencias y pueden, sin dudas, iluminarnos sobre este tema a partir de su trabajo con niños y adolescentes. Ocurre que hoy se ha transformado radicalmente la forma de aprendizaje debido a las nuevas tecnologías de la información y comunicación. Estamos en un mundo digital. Lo grafico como sigue: la clase de un profesor universitario promedio (por poner mi experiencia) mantiene a los estudiantes brevemente concentrados, luego de ello, los estudiantes buscan frenéticamente sus celulares, notebooks, tablets, etc. Ante este escenario hay dos reacciones posibles: Indignarse frente a la falta de respeto o hacer como que esto nunca ocurrió. Evidentemente, ambas son reacciones equivocadas.
Hay un concepto que ha trabajado el profesor Gonzalo Abril que puede explicar algunas de las cuestiones que sufrimos. Se trata de la noción de modularidad textual. Esta explica todas aquellas estrategias textuales, propiamente modernas, pero prefiguradas desde el Barroco, que buscan llamar la atención del lector. Es una estrategia psicotécnica, por tanto. Tal vez nos encontramos en el estadio superior (ya conocen la frase de Lenin) de su desarrollo. La mejor expresión de esta forma culturalmente desarrollada es la web, pero también hay manifestaciones en los libros de textos escolares que están diseñados con módulos de información (una foto aquí, un gráfico allá, una información corta aquí, etc., la arquitectura es la misma). En este mundo: ¿es posible que los estudiantes aprendan como lo hacían hace 10 años? No.
En suma, pienso que hay un abismo entre la forma de enseñar y la forma en que hoy se aprehende el mundo cotidiano. ¿Es culpa de los estudiantes? ¿Son más flojos que hace 10 años? ¿Es culpa de los profesores? Lógicamente no. ¿Se ha planteado esta discusión a propósito de la reforma? Creo que no.