Colectivero dejó todo por cuidara su esposa que no lo recuerda
Amor total. Juan Sandoval decidió dejar hasta su trabajo para dedicarle todo el tiempo a su mujer, quien padece de demencia. Ambos viven con 86 mil pesos al mes en Pedro de Valdivia.
El suicidio e intento de homicidio ocurrido hace una semana en Fundo El Carmen y que tuvo como protagonistas a dos ancianos, dejó en evidencia la delicada línea sobre la que se mueven las personas cuando están sometidas a la depresión y a enfrentar la parte más oscura de la vida. El suicidio de María Teresa Vergara, de 72 años, quien se colgó en su vivienda tras intentar quitarle la vida a su esposo de 77 años, fue el final de una historia de casi una década de sufrimientos, donde la mujer debió asumir el cuidado de su pareja, postrada por una trombosis.
En el otro extremo de la capital regional, en Pedro de Valdivia, existe otra historia similar. Los protagonistas son el matrimonio conformado por Juan Sandoval Oñate y María Melgarejo Vera, ambos de 56 años, y donde una demencia fronto-temporal dejó a la mujer sin recuerdos ni memoria, y sin otro puntal en su vida que su esposo. En este caso Sandoval está dando la batalla para cuidar cada minuto a su mujer, quien ni siquiera sabe quién es el hombre que la sigue protegiendo.
'Mi esposa era un persona completamente normal', asegura Juan Sandoval. 'Todo cambió a inicios del 2010 cuando comenzó a olvidarse de las cosas que habían pasado en el día. Todo fue muy rápido, y hoy ya no se acuerda ni de sus hijas ni de mí'.
Los 17 de cada mes, Juan Sandoval Oñate cumple rigurosamente su ritual de dirigirse hasta la caja de compensación Los Héroes a buscar su recibo por la invalidez de su esposa. Son 86 mil pesos que debe repartir entre el pago de las cuentas, la comida, los remedios y los traslados hasta el hospital. No hay dinero para nada más que la estricta sobrevivencia.
En su casa de pasaje Tacora, en el sector Pedro de Valdivia, este ex colectivero de la línea 17 da a conocer los detalles de esta historia de amor que fue tomando tintes dramáticos con el paso del tiempo.
'Nos conocimos cuando yo hacía el servicio militar', cuenta Juan Sandoval. 'A dos meses de concluir el servicio, me trasladaron desde el Regimiento e Lautaro hasta Concepción. Allí, en una salida de franco, la conocí. Ella andaba con una amiga, nos quedamos mirando, me acuerdo. Volví al regimiento a buscar a un amigo compinche para que me acompañara, y volvimos a la plaza y nos encontramos. Me puse a conversar con ella y así nos conocimos. Nunca más nos separamos'.
Terminado el servicio militar, Juan regresó a la localidad de General López, en Vilcún, manteniendo contacto por carta y algunas visitas esporádicas.
Finalmente, en 1981, contraen matrimonio, radicándose temporalmente en Vilcún.
'Mis papás tenían una casita en Padre Las Casas, donde vivimos por varios años', apunta Juan Sandoval. 'Trabajé en varias cosas, en la construcción, luego como recepcionista de vehículos en una playa de estacionamiento y el 2000 finalmente ingresé a la línea de colectivos 17'.
Una visita a una sobrina a inicios del 2010 marcó el punto de partida de la tragedia.
'Yo no me había dado cuenta hasta que mi sobrina me dijo que a mi señora se le estaban olvidando las cosas', agrega Sandoval. 'Eso nos puso en alerta. Al poco tiempo yo le preguntaba por lo que había pasado en el día y ella no se acordaba de nada'.
Así pasó un año, y la pérdida de memoria avanzaba.
'Conseguí una hora para que un especialista del Hospital Regional la tratara. Debía realizarse una resonancia magnética, pero la hora que me dieron era para 8 meses más', señala Sandoval. 'Gracias a un amigo conseguí adelantar la hora y sólo entonces supimos lo que tenía: una demencia fronto-temporal, un alzheimer que iría creciendo con el tiempo y que no tenía remedio'.
Preocupado por el marcado deterioro de su esposa, el colectivero destinaba en cada recorrido unos minutos extras para llegar hasta la casa de Pedro de Valdivia y atenderla. Poco a poco entendió que la demencia y el olvido se apoderaban de la mente de su esposa.
'Ya no podía valerse por sí misma, así es que me decidí a hablar con mi jefe y pedirle que me dejara trabajar con ella arriba del colectivo. Todavía la más chica de mis hijas vivía con nosotros, así es que nos turnábamos para cuidarla', señala Sandoval. 'Mi sueldo era poco, pero cuando tuve que salir con ella en el colectivo todo se hizo todavía más difícil, casi no quedaba dinero y no era capaz de cumplir con la cuota que se me exigía a diario. Como no me gusta quedarle debiendo a nadie, comencé a ponerle menos bencina al auto, para que pudiera pagarle al jefe y para que me quedara algo para el pan siquiera'.
La situación era insostenible, y debía tomar una decisión. Su esposa ya no le reconocía, y era necesario que tuviera permanentemente una persona a su lado.
'Tuve que decidir, y opté por ella', apunta el esposo. 'Dejé mi trabajo en el colectivo y por un tiempo recibí ayuda de mi hermano y de mi cuñada, incluso de mis papás. Lo que tenía claro es que era mi esposa, a quien siempre he amado, y que pese a que ya no sabía quién era yo, sentía que me necesitaba'.
Juan Sandoval no ha querido separarse de su mujer. En algún momento buscó un buen lugar para internarla, donde pudieran atenderla de la forma requerida por su enfermedad, pero debió desechar esa idea.
'No la recibían por la edad, pues debía tener de 60 años para arriba', señala Sandoval. 'Aparte de ello, con todo lo que se ha mostrado en la televisión de maltratos a adultos mayores, la verdad es que decidí quedarme a cuidarla, y dedicarle mi vida'.
Según lo expresado por Juan Sandoval, 'no me conoce, no conoce a sus hijas, su memoria se perdió. No puede conversar, intenta comunicarse, pero no puede... Es fuerte que la mujer con quien me casé, con quien tuve hijos, no sepa quién soy. Es muy fuerte, pero tengo que aceptarlo porque yo sabía que esto se iba a poner muy difícil, esta enfermedad es así, y hay mucha gente que no entiende lo delicado que es atender a personas con este tipo de demencia. Para que tome su leche tengo que sujetarle la taza, para que coma, el plato para la sopa'.
Actualmente, la única entrada económica de este matrimonio es una pensión de 86 mil pesos.
Mauricio Alarcón, presidente de la ONG 'Amigos Solidarios por Chile', ha iniciado una campaña para ir en ayuda de este marido ejemplar y de su mujer.
'Es un ejemplo de vida, pues optó por quedarse con su esposa a pesar de las tremendas dificultades económicas que le está acarreando este tema. Nos demuestra que el amor lo puede todo', señala Alarcón. 'El no quiere pedir, pero requiere dinero para costear pagos de luz, agua, gas. Necesita alimentos no perecibles, leche para su señora, ropa para ambos'.
'Ni siquiera puedo darme el lujo de comprarme un kilo de carne, que es lo que más me gusta y que también le gusta a ella', resume Juan Sandoval. 'Pero la amo, y por eso prefiero sufrir yo, pero cuidarla hasta el fin'.
'Es fuerte que la mujer con quien me casé, con quien tuve hijos, no sepa quién soy. Esta enfermedad es así, ella realmente es una guagua. Tengo que hacerle todo, bañarla, vestirla, sujetarle el plato para que coma su sopa'.
Dos contactos
86 mil pesos
33 años