La desconocida historia de niñez de Nicanor Parra en Lautaro
Familia. Su padre profesor estaba encargado de enseñar a leer y escribir a los soldados, mientras su madre hacía costuras.
Cuando estaba cursando su educación primaria Nicanor Parra aprendió a contar en mapudungun y acompañaba a su madre a entregar los trabajos de costura que hacía a sus vecinas para ganar algunos pesos extras.
También se daba tiempo para observar a una bella joven de la cual se enamoró mientras su padre educaba a los soldados para que aprendieran a leer y escribir. Así fueron los años que Nicanor Parra vivió en la ciudad de Lautaro, un desconocido paso por la comuna a la que recuerda con cariño y que con 100 años de vida todavía sus calles le traen la nostalgia de amor y poesía.
Es que el antipoeta y físico es un hombre lúcido que gusta de recibir a quienes llegan de La Araucanía para servirse un café y recordar su paso por la ciudad de La Frontera. Y si escucha la palabra 'Lautaro' se sorprende a tal punto que para muchos es una excelente excusa para sentarse junto a él en su guarida en La Cruces.
Y aunque ya no queda nada de las más de tres casas en que vivió Parra en Lautaro, ni menos de cuántos años exactos fueron los que compartió con sus padres y sus hermanos; quienes han investigado sobre sus orígenes y vida y han compartido con él, aseguran que la ciudad le enseñó a valorar al pueblo mapuche, a querer su infancia y a rescatar esos recuerdos de quienes hoy son muy pocos los testigos.
Fue en 1921 cuando el padre de Nicanor Parra es nombrado profesor del regimiento Andino Nº 4 en la ciudad de Lautaro. Hasta allí se trasladó con su familia, con su esposa Rosa Clara Sandoval (Clarisa), y sus hermanos.
Vivió en varias casas, en calle Bilbao, cerca de la curtiembre y en lo que hoy es la Fiscalía local. Estudiaba en la primaria en la Escuela 1, pero también pasó por la desaparecida escuela de los Padres Franciscanos y sólo estuvo un año en la secundaria en el Liceo local.
En el año 1927 la familia vuelve a Chillán cuando el padre es despedido.
De acuerdo a la versión entregada por el historiador de la ciudad, Lautaro Cánovas, quien conversó varias veces con el antipoeta mientras visitaba a su gran amigo y director del liceo, Fidel Zabala, Parra sentía un cariño especial por la comuna.
'El siempre visitaba a quien era el director del liceo y además mi jefe, Fidel Zabala. Mientras lo esperaba yo me instalaba a conversar con el poeta y él me contó sobre su vida en Lautaro. Recordaba con cariño esta ciudad pues acá no sólo se educó en su preadolescencia sino que además se enamoró de una joven a quien buscaba cuando venía. Me decía que su casa cuando niño estaba en calle Bilbao donde ahora está la Fiscalía, que también vivió en calle Rodríguez y en otras casas más, porque los arrendatarios le ponían problemas porque eran varios hermanos. Su padre educaba a los soldados y como buen normalista sentía pasión por su profesión y además les enseñaba música y folclor'.
El historiador, de 86 años de vida, cuenta que el mismo Nicanor le relataba sobre su primer amor, una joven llamada Olga Juárez, quien estudiaba piano y tenía una belleza espectacular.
'Él estaba enamorado terriblemente de esta joven, tanto así que cuando hacían la Fiesta de la Primavera se instalaba en primera fila para verla porque era bellísima. Nicanor me contó que todas las tardes la miraba detrás de un árbol y la seguía hasta el cine, porque ella era la encargada de musicalizar las películas mudas que llegaban a Lautaro. Como no tenía dinero sólo se sentaba afuera a esperarla, y durante años cuando venía a Lautaro la buscaba para saber de ella, pasaba por su casa y contaba de este gran amor', relató el historiador.
Es que la vida de la familia Parra no era fácil. Su madre en su casa realizaba una serie de costuras y arreglos para las vecinas y así reunir más dinero para el hogar.
Su padre, en tanto, buscaba algunos 'pololos' especialmente en Fiestas Patrias, donde mostraba el talento que heredaron sus hijos.
Así lo relató la directora del Centro Cultural de Lautaro, Carolina Castillo, quien en diciembre del año pasado estuvo con Nicanor Parra en su casa, gracias a que justamente venía de Lautaro.
'Fuimos con una tía a Las Cruces y yo quería conocerlo así que le grité que veníamos de Lautaro. Me abrió la puerta y me dejó pasar, me mostró su refugio, y él me comentó que vivía acá cerca de la curtiembre donde su madre hacía algunos oficios. Se acordó del río Cautín, del canal El Saco y como estaba contaminado, se acordó del sector Ultra Cautín, y de unos amigos de Pillanlelbún. Estuvimos como 40 minutos juntos y su rostro daba cuenta, con gran lucidez, que Lautaro era una ciudad que no olvida a pesar de su edad' contó Castillo.
Pero eso no es todo, porque lo que más le gustaba de la zona, que él llama La Frontera, es la cultura mapuche, tanto así que hasta habla mapudungun.
'Me dijo que su sueño era escribir Hamlet en mapudungun, que quería hacer eso antes de partir y ojalá lo logre, además me envió un mensaje para los lautarinos que fue 'urge no hacer nada'.
Al respecto, uno de sus grandes amigos, José Manuel Rodríguez, quien es docente y doctor en literatura latinoamericana, explicó que Nicanor Parra era un hombre que siempre rescató y gustó de la cultura mapuche y que esa influencia se ve en sus ecopoemas que hoy son parte de su literatura.
'Con Nicanor tenemos años de amistad porque mi papá también fue profesor universitario de la Universidad de Chile. Cuando éramos niños íbamos a su casa y siempre estuvimos juntos. Cuando conversamos siempre me contaba que le interesa la cultura mapuche, rescata de ellos su relación con la tierra, su forma de vivir en este mundo y eso se refleja en sus ecopoemas. Otro aspecto que admira es la economía mapuche de subsistencia, que no está fundada en el progreso, sino que vivir de la tierra, una economía muy inteligente porque vivían bien en su ruca, con calor y con alimentos. Además siempre juega con el tema de la salud, asegurando que los médicos a uno lo parten en la mitad y que no hacen nada más, en cambio en la cultura mapuche te sanan de verdad'.
También -relata el doctor- forjó una tremenda amistad con Jorge Teillier, quien en uno de sus escritos llamado la antientrevista, el antipoeta se acordaba muy bien de esta ciudad de La Frontera.
El texto, escrito por Parra para Teillier dice así: 'Yo escribí mi primer poema a los doce años, cuando estaba en primero de humanidades. Y no se crea que era un poema breve. Se trataba de un extenso y ambicioso poema épico, dividido en tres partes: Parte primera: Los indios. Segunda parte: Los españoles. Tercera parte: Los chilenos. Usted puede darse cuenta que yo ya observaba leyes de la dialéctica y hacia la síntesis de las contradicciones. Era un poema rigurosamente medido y rimado, escrito en alejandrinos, por la influencia del poema 'Señor' de Alejandro Flores, que por ese tiempo todo el mundo recitaba. Yo todavía lo conozco de memoria. No volví a escribir poemas hasta varios años más tarde, para concursos de la Fiesta de la Primavera y cosas así. Eso era por cuarto o quinto de humanidades', escribió Teillier.
Es que así es Parra, un hombre que para el doctor en Literatura necesita seguir presente en La Araucanía, un hombre que pasó por la pobreza y que se incluyó en el mundo poético, amante de la naturaleza, de los mapuches y de seguir viviendo.
'El es extraordinario, muy afectuoso, y de las 5 cosas que habla 3 son en broma. Tiene una gran memoria y recita los poemas cuando uno lo visita. A pesar de sus años está muy lúcido, incluso cuando uno lo va a ver te dice 'marichiweu' (diez veces venceremos) contando que cuando el cae el sol repite esa palabra, porque sabe que su momento llegará y por lo tanto hace una invocación por cada día que le queda en mapudungun', dijo Rodríguez.
'Me dijo que su sueño era escribir Hamlet en mapudungun, que quería hacer eso antes de partir y ojalá lo logre'.
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