De regreso a la economía política
La primera señal que me pareció inquietante fue la siguiente. Una persona muy querida me dijo, a unas cuantas semanas de comenzado el Gobierno de Bachelet, que todo se pondría mal con los cambios tributarios que proponía la Presidenta pues los empresarios no querrán disminuir sus ganancias y, producto de ello, se congelarán los sueldos, aumentará el desempleo, bajará el crecimiento, etc.
Ni politólogo, ni pitoniso, este pronóstico se cumplió y revela algunas cosas que es necesario tener en cuenta ante el panorama de reformas que el Gobierno propuso como norte de estos 4 años. Lo fundamental: la economía no es neutra ni está fuera de la esfera ideológica. La economía es ideología en estado puro. Mientras más desideologizada trata de mostrársela, revela su cara más fría y calculadora. La economía es en verdad una serie de prácticas sociales e instituciones que tejen formas de relación que buscan pasar por naturales, pero que en realidad se encuentran situadas históricamente bajo la forma del neoliberalismo actualmente imperante.
Sobre este aspecto es necesario tener presente que la reforma tributaria que fue aprobada por el Congreso no solucionará la desigualdad presente en Chile pues esta es una parte estructural y estructurante de nuestras relaciones más básicas hoy. Hace falta más que una reforma tributaria para tener un país más justo. Lo leo más bien como un gesto político con implicancias reales limitadas para enfrentar el conjunto de demandas de una ciudadanía cada vez más exigente.
Esta reforma nos deja una lección a pesar de las palabras de buen vivir de la clase política y empresarial, quienes a posteriori destacaron lo bueno que es llegar a acuerdos en materias trascendentes para el país. La naturaleza profundamente tensiva de las clases sociales en juego en toda transformación económico política. Lógicamente no estoy pensando en clases sociales de manera dual: pobre v/s ricos; proletarios v/s dueños de los medios de producción, sino en una configuración más compleja que incluye a esa imaginada y aspiracional 'clase media'. La tensión está viva en la defensa corporativa de sus intereses como clase social. El señor/a que creyó que con los anuncios presidenciales íbamos a tener más desempleo no se equivocó. Ya sea como coincidencia, producto de una coyuntura internacional adversa y ya presente desde el 2013, o como reacción ante los cambios, debemos estar advertidos de la dificultad que implica introducir mayor justicia en un sistema que genera riqueza, pero sólo para algunos.