La caridad y otras yerbas para el dolor de estómago
Hay un 'panorama cultural' cada vez más extendido en Chile de la caridad como forma de solución de los sufrimientos que vive la ciudadanía. Si necesitamos construir viviendas para los desamparados te inscribes en una organización donde te llevarán a trabajar en estas materias, cuando llega el tiempo de ayudar a los bomberos debes comprar números de rifa, cuando alguien está enfermo y necesita cubrir un tratamiento costoso te entregan un número de cuenta bancaria para ayudar y, finalmente, el acto más grande de todos, debemos ayudar a los niños en situación de discapacidad mediante la Teletón. Esta verdadera oferta de caridad hay que rechazarla totalmente.
Antes que mis lectores me odien por lo que estoy diciendo aclararé que no cabe duda que las personas por las que se realizan estas campañas solidarias necesitan la ayuda. Absolutamente de acuerdo. Además, quienes ayudamos lo hacemos convencidos que estamos haciendo algo bueno. Totalmente cierto. No obstante ello, debemos reconocer esta forma de organización que nos estamos dando como una verdadera 'economía de la caridad'. Trataré de explicarme.
Hay una muy buena historia desarrollada por el escritor irlandés Oscar Wilde y que ha sido reproducida por el filósofo Slavoj Zizek. En ella se describe una sociedad que vive en medio de la pobreza, sufre todas las injusticias cotidianas que, por lo demás, tenemos hoy en día en muchos lugares del mundo. Sin embargo, en vez de sentirse movilizada a reconstruir la sociedad sobre pilares donde estos males no estén, se entrega a la caridad. De esta forma, la gente no se da cuenta que los niños sufren, que no tienen para comer, que los enfermos se mueren por falta de atención, etc. Es decir, la caridad encubre un conjunto de necesidades básicas que no están cubiertas por el Estado, haciendo más tolerable el dolor. No hay mejor esclavista que el que es buen@ con sus esclav@s; reza un dicho popular.
Guardando las proporciones, en Chile la caridad de la Teletón y otras tantas obras sociales, funcionan exactamente en la forma de entregarnos auto satisfacción por un deber que le pertenece al Estado. Es decir, le solucionamos los problemas a un Estado y a unos gobiernos que deben estar felices con que la ciudadanía sienta la satisfacción de un 'deber' cumplido. Contra la lógica de la caridad hay que oponer una férrea ética que afirme la obligación de los Estados de proveer salud, educación y libertades a sus ciudadanos. Me parece, entonces, que la caridad es parte de la enfermedad y no la solución.
académico de