Blasón de La Frontera
En días pasados se conmemoró un nuevo aniversario de la muerte de Neruda, un ciudadano espiritual de La Frontera que vivió en Temuco entre los 2 años y los casi 17, empezó a escribir acá y adquirió en la ciudad del Ñielol su estatus de poeta, y el seudónimo que después sería su nombre y que lo hizo conocido en todo el mundo. Pero Neruda no es el único escritor relevante nacido o residido en estas tierras. Se sabe que el autor de las 'Odas elementales' acogió en esta ciudad, de parte de Gabriela Mistral, que era en ese entonces directora de un liceo, un entusiasta y fraternal abrazo; y es acá donde tomó el tren que desembocaría en Estocolmo en el 71.
Pero no sólo de nobeles vive la literatura. Entre quienes han residido en estas tierras, aunque sea por un tiempo, destacan Nicanor Parra y Pablo de Rokha (Lautaro); y entre los nacidos, los imperialinos Juvencio Valle y Miguel Arteche y el angolino Diego Doublé Urrutia, todos Premio Nacional de Literatura. Asimismo, debe destacarse que acá el español Alonso de Ercilla escribió 'La Araucana' en el siglo XVI y nació el primer poeta criollo: Pedro de Oña, autor del 'Arauco domado'. Pero entre toda esta lista de escritores fronterizos -sucinta hasta lo vertiginoso-, quizá sea el lautarino Jorge Teillier Sandoval la figura que más se proyecta en los actuales tiempos.
En 'Blasón de La Frontera' (blasón como sinónimo de estirpe), uno de sus poemas emblemáticos, donde menciona a más de 30 autores regionales y sus pueblos ('En Lumaco empañado por aliento de caballos / en pupitres rurales escribe Pablo Guíñez / y recuerda que aunque yazga derribada la rosa / siempre irá un tren al sur a recoger la lluvia'), vislumbramos que el imaginario de La Araucanía es rico en creadores literarios. No son todos de alta ley, por cierto; pero su existencia nos permite dialogar entre el pasado y el futuro con un principio de legítimo orgullo.
Una amiga que dice no entender la poesía, aseguraba que 'a Neruda y a Teillier ustedes les prenden velas'. Y yo le respondí que quien les estaba agradecido era el patrimonio. Pero ante todo la imaginación y el lenguaje. Y que al ser hijos de éste y compañeros de aquélla, tarde o temprano asumiremos que la poesía -su ejercicio o su disfrute- no es tan sólo para los iniciados, sino para cualquiera que entienda a la belleza como algo misterioso y no tan sólo material.