Cristianos desafiados
No vivimos tiempos sencillos en nuestra Araucanía. En no pocas personas hay objetivos y muy comprensibles sentimientos de dolor, de impotencia, de injusticia, de desamparo, de frustración. Algunos están cansados de esperar soluciones, otros pierden la confianza en la autoridad, no falta quienes estiman que la violencia o la venganza es el camino, lo que ha provocado heridas y sufrimientos muy grandes entre nosotros. La mayoría, no obstante, sacando fuerzas de flaqueza siguen comprometiéndose de muchas formas con iniciativas que puedan conducir a un futuro de esperanza, de reencuentro y de justicia para todos.
En un momento dramático de nuestra historia nacional, el Papa Juan Pablo II exclamó que 'El amor es más fuerte'; el Papa Benedicto nos recordó que 'Sólo el amor redimirá al ser humano'. Y el Papa Francisco acaba de invitarnos a todos 'a contemplar a Jesús crucificado para comprender que el odio y el mal se vencen con el perdón y el bien, para comprender que la respuesta de la violencia solo aumenta el mal y la muerte.'
Los cristianos que vivimos aquí, estamos por de pronto muy desafiados en todo esto por nuestra identidad de tales. Nuestra mirada, antes que desde la política, las ciencias sociales y la economía, ha de ser desde la mirada de Dios. Ello implica discernir cuanto nos está sucediendo desde el Evangelio. En el corazón de éste está la vida, la dignidad y el bien integral de cada persona y de todo el género humano, el cual no es posible sino desde el amor y la misericordia testimoniados por Jesucristo. Ello debe inspirar el alma de cualquier proyecto concreto de sociedad que busque una paz y justicia auténticas y sólidas. Este debe ser el aporte de los fieles llamados por Jesús a ser 'luz del mundo y sal de la tierra'.
Seamos instrumento de esa paz, poniendo amor donde hay odio, perdón donde haya ofensa, unión donde haya discordia, verdad donde haya mentira, fe donde haya angustia y desesperación, esperando contra toda esperanza como Abrahám, nuestro padre en la fe.