Hemos sido testigos de un nuevo paro y marcha de los maestros por el centro de nuestra ciudad. Un gran lienzo proclamaba: 'Sin Profesores no hay Educación'. Detrás de esa frase se esconde una verdad más grande que la cordillera. Los docentes son uno de los medios más esenciales para el logro de los aprendizajes de nuestras niñas, niños y jóvenes. No sólo deben dedicarse día tras día a la adquisición de determinados conocimientos, destrezas, competencias, valores y actitudes, por parte de sus estudiantes, sino que al mismo tiempo deben hacerse cargo de una serie de problemáticas y desafíos que traen consigo. Algunas relacionadas con su vida familiar, otras con su desarrollo evolutivo, otras con el entorno social y relacional, otras con su mundo afectivo y emocional, otras con el sentido de la vida. Muchas veces han de hacer de papá y mamá, de amigo, consejero, confesor, y de modelo de vida.
En el fondo, la tarea de educar está lejos de identificarse con una profesión más, porque nos referimos a una profunda vocación de servicio que exige amar, confiar, creer en las personas de sus jóvenes, sobre todo si sufren pobreza, derrota y pecado. Lo hacen a sabiendas que nada de esto formará parte de su contrato de trabajo. ¿Quién no recordará para siempre con cariño y gratitud a su maestra/o maestro de primero básico?
Es por ello que la Reforma debió haber comenzado por ellos, haciendo finalmente justicia a deudas que se arrastran por décadas, a una remuneración digna que por alta que sea, será siempre insuficiente en comparación de tal compromiso, a una formación inicial, continua y carrera docente, que entregue las herramientas, estímulos y medios necesarios, para un proceso de enseñanza-aprendizaje de calidad.
Nada más delicado para el presente y futuro de nuestras nuevas generaciones, como de la sociedad entera y el país, que su formación integral. Nada más preocupante y hasta vergonzoso, ver a quienes tienen semejante responsabilidad, a quienes están llamados a ser maestros de vida, marchar por las calles solicitando respuestas sobre temas que una nación como la nuestra, que se jacta de su desarrollo económico, de ocupar el primer lugar en educación en América Latina, ha postergado por otras opciones de menor relevancia, incluso en la presente reforma.