El derecho humano a la vida
Ante las tres causales de "despenalización del aborto", y a la luz de la reflexión bioética de la Iglesia, que no constituye aborto la acción de suyo terapéutica para salvar la vida de una madre en peligro, cuando no busca eliminar directamente la vida de la persona concebida, aunque su muerte sea una posibilidad prevista, aunque no querida o buscada. Siempre es posible y lícito cuidar y respetar la vida de la madre sin recurrir al aborto como fórmula.
Los casos de "inviabilidad del feto" presentan desafíos éticos mayores. Sabemos que muchas madres y familias han continuado su embarazo llamado "inviable" hasta acoger con cariño a quien esperan, es decir, hasta su término natural, y esta actitud les ha procurado una paz que difícilmente habrían alcanzado al interrumpirlo anticipadamente. En otras ocasiones, aquellos casos que originalmente fueron catalogados de "inviables", terminaron siendo "viables" y hoy los propios afectados agradecen la opción de sus madres de no haberlos abortado. El respeto irrestricto a toda vida humana indefensa e inocente, como también la dificultad de diagnosticar con completa certeza la situación en que nacerá el niño esperado, impide fundamentar la necesidad del aborto para estos casos. También la experiencia nos enseña que el aborto causa traumas mucho mayores que afectan a la madre y su entorno familiar, que requieren acompañamiento y acogida.
Frente al embarazo de una mujer violada, no nos parece "humano" dejarla sola en el drama que ha sufrido, y tampoco es "humano" privar de la vida al más indefenso e inocente, que es su hijo. Quisiéramos un Estado y una sociedad activos y presentes junto a la mujer agredida, ofreciéndole caminos y ayuda para que ella u otra familia puedan acoger a un ser humano que no tiene culpabilidad alguna, está vivo y tiene derecho a seguir viviendo y a que nadie atente injustamente contra su vida. Diversas instituciones sociales, varias de ellas católicas, se dedican a procurar un entorno familiar para estos niños y niñas. Creemos que "despenalizar" el aborto ante situaciones de violación es renunciar a la tutela de los más débiles e indefensos, y un acto de rendición del Estado ante el flagelo de la agresión sexual a mujeres, un drama respecto al cual Chile todavía está en deuda, porque ni los gobiernos ni la sociedad en su conjunto hemos podido abordar y superar este mal en su raíz, que generalmente ocurre al interior de los entornos familiares y de amistades de las víctimas. Nos anima, como a muchos en Chile, trabajar por una sociedad sin exclusiones. No queremos sumar niños no nacidos a la lista no pequeña de personas y grupos que Chile deja fuera de su mesa, como seres "descartables".
Héctor Vargas Bastidas,