Cargos públicos o carga pública
Somos testigos de muchas aberraciones: que el financiamiento de la política por vías al parecer legales, no ha sido ético; que las ideologías de izquierda y derecha que con tanto encono público se presentan, se rinden ante Mamón; que la demagogia y los populismos no son privativos de una de esas ideologías, y los discípulos de Maquiavelo están enquistados en todos los partidos políticos; que la sociedad que sigue eligiendo a los mismos de siempre no es víctima sino cómplice de ellos; que los expertos rendidos a una ideología hacen que sus expertas voces estén al servicio de quien paga restándose neutralidad; que un Gobierno que presenta medidas para fortalecer la moralidad en todas las áreas del servir público, carece de autoridad moral cuando realiza una cruzada en contra del derecho más elemental y del cual emanan los demás, que es el derecho a la vida; que cuando el Gobierno de turno nos informa sobre decisiones ya tomadas, mostrando costos y resultados previsibles, la realidad final será otra.
Sobre esto último, por ejemplo, recuerdo cuánto se nos dijo que el avance del país requería la construcción de nuevas centrales hidroeléctricas, con lo cual se justificó quitar tierras del Alto Bío Bío a familias pehuenches, y que redundaría en tener más electricidad a costos más bajos. Resultado: los costos de la electricidad en Chile están entre los más altos de Latinoamérica, y quien paga no es el Estado, sino usted y yo. ¿Quiénes ganaron? Usted ya lo sabe. Lo mismo con el Transantiago y otros.
Ahora con la justificación de tener mejor y mayor democracia se ha eliminado el sistema binominal (¡por fin!), pero se aumenta el número de parlamentarios. Surgen preguntas: ¿de verdad la eliminación de ese morboso sistema requiere ampliar cupos parlamentarios para ser eficiente? ¿Realmente no tendrá costos adicionales?, puesto que el actual costo de mantener estos cargos públicos es una verdadera carga pública, que tendría mejores resultados aumentando sueldos de profesores, mayor dotación de Carabineros, o más soluciones habitacionales. Parece que el tratamiento de la cosa pública, la Res Pública, tiene otros intereses que no se ajustan a lo público sino a la cosa privada. Sinceramente tengo la sospecha que una vez más va a pasar lo que siempre pasa, que el resultado y los costos no son lo que se nos está informando ahora. Pero cuando nos demos cuenta, ya será demasiado tarde. La Biblia nos advierte a los cristianos: "No se dejen engañar, de Dios nadie se burla. Lo que se siembra se cosecha".
Andrés Casanueva,