¿Por qué demostramos tanto dolor por Francia y no así frente a los sucesos terribles que ya hace tiempo vienen ocurriendo en medio oriente? Esta pregunta tan propia del sentido común que hasta mi hija Emilia de 9 años me hizo, hoy algunos la responden diciendo que es sólo hipocresía; hipocresía globalizada.
No puedo negar que algo de eso también puede haber, pero la intensidad del sentimiento respecto de lo que ocurre en Francia, no es sólo por el número de muertos y la atroz forma como esto ha sucedido, tiene que ver también con el ataque a los valores de una utopía con la que muchos a este lado del mundo nos criamos. Recalco la palabra utopía, pues hoy parece inalcanzable.
Liberté, égalité, fraternité; una república laica, democrática, respetuosa de todo tipo de credos religiosos y que cobija a todos como iguales sin importar su origen étnico. Esta fue la promesa francesa de 1789, no es casualidad la influencia que tuvo en nuestra cultura, leyes e incluso en los colores de nuestra actual bandera. Pero este proyecto político que se expandió con fuerza en gran parte del mundo hoy se ve amenazado, no por aquellos actos patológicos de quienes los atacan, si no por el propio olvido que aquellos principios de libertad, igualdad y fraternidad son universales y en consecuencia si se violan los derechos de otros pueblos a vivir conforme con su libertad, su igualdad y su fraternidad; al igual que las monarquías absolutas que fueron derribadas por los revolucionarios en la bastilla, estarán sembrando las semillas de su propia autodestrucción.
Nosotros desde acá tan lejos, en La Araucanía, no podemos sino reflexionar sobre nuestro propio sueño republicano. Para aquellos que abrazamos lo valores democráticos, la libertad en todas sus formas y el vivir en un dominio político donde impere el Estado de Derecho; debemos pensar si es posible lograrlo, cuando al mismo tiempo construimos una dinámica social que margina a sectores importantes de nuestra población de estos valores colectivos.
Sobre aquellos que son sistemáticamente marginados de formas económicas, políticas o incluso bajo el amparo de la ley, se está configurando la amenaza propia a nuestro proyecto político democrático. No son solo responsables aquellos que conscientemente diseñan, construyen y defienden estos mecanismos sistemáticos de exclusión y abuso, también aquellos que prefieren refugiarse en la ignorancia para sentirse inocentes y aquellos que no hacemos nada para evitar que esto continúe ocurriendo.
No es hipocresía nuestro dolor por Francia, tampoco desconocimiento de la tragedia que sufren millones de seres humanos todos los días en Siria, Irak o Afganistán, es sólo la reacción propia de quien siente miedo por ver en este suceso sus propios fantasmas que parecen tan lejos y tan cerca al mismo tiempo.
Mauricio Partarrieu, Dirección Regional de Estudios y Proyectos Universidad Mayor