El Banco Central tiene por misión fundamental el velar por la estabilidad de precios, en otras palabras, velar por mantener una inflación baja y estable en el tiempo, que para el caso de Chile se ha definido en el rango entre 2% y 4% anual. Esta misión, se desprende producto de las negativas consecuencias y costos que tiene convivir con una inflación elevada, la que afecta principalmente a aquellos que tienen la mayor parte de su riqueza en dinero: los más pobres. Efectos negativos no solo a nivel distributivo, sino también en la actividad económica general.
Sin embargo, y aun cuando el Banco Central a nivel macroeconómico haga bien su trabajo de mantener la inflación controlada, cuando aparece la colusión, los precios son mayores a los que habría en un escenario de real competencia, y por ende se termina destruyendo parte de lo que en economía se conoce como el "excedente del consumidor", es decir, los consumidores terminan pagando el costo social de la colusión: un mayor precio y un menor bienestar, lo que degrada los ingresos reales y desmejora la situación económica de la población.
La colusión es un círculo vicioso, es en sí misma una expresión grave de falta de competencia, pero además potencia a los involucrados en el acuerdo ilícito, termina eliminando a los actores que no están involucrados, y además desincentivando a potenciales nuevos actores en dicho mercado, es decir, agrava aún más la falta de competencia.
Seguidos casos de colusión ocurridos en importantes industrias para la economía nacional, ponen en riesgo la economía de "libre mercado" y dañan gravemente los salarios reales de la población, y obviamente con mayor fuerza en los sectores más vulnerables.
La concentración económica en los distintos mercados, es una tendencia a nivel mundial. La búsqueda de menores costos, especialización y economías de escala, contribuyen a este fenómeno aumentando la cantidad de operaciones como fusiones y adquisiciones en la mayoría de las industrias. La concentración per sé no es mala, de hecho mejora la eficiencia en muchos casos, reduciendo costos que podrían traspasarse a clientes vía menores precios, lo dañino es cuando se abusa de esa posición dominante elevando los precios desmedidamente y obstaculizando la entrada de nuevas empresas, coartando así la sana competencia.
La falta de competencia es, por tanto, uno de los principales desafíos de la economía chilena a nivel microeconómico más vigentes que nunca. Y aquí, la institucionalidad que promueve la competencia así como la legislación al respecto, es clave para disminuir y sancionar adecuadamente los casos de colusión.
Patricio Ramírez Universidad Santo Tomás