Desde hace muchos años comunidades mapuches han levantado sus capillas. Las han construido en sus propios terrenos, pequeñas y con materiales sencillos. Ellos mismos le han puesto sus nombres, dedicándolas al Señor, a la Santísima Virgen, o a los Santos. Además, son ellos quienes están a cargo de su administración, asumiendo la responsabilidad de la animación de los ritos litúrgicas, de las catequesis sacramentales, como de las celebraciones más significativas de la religiosidad ancestral de su pueblo. Para ello, algunos de ellas y ellos, se han preparado para ser animadores de su comunidad, otros ministros de la palabra o de la eucaristía. Han logrado experimentar que los grandes contenidos de la fe cristiana, no sólo asumen sus valiosas creencias, sino que además colaboran en la búsqueda de sus significados más profundos, como la fe en Dios (Gnenchen), en el buen vivir, (el Küme Mongen) y llegar a la eternidad.
Estas pequeñas construcciones no se limitan sólo al culto, sino que han sido espacios que han acogido a las distintas organizaciones sociales que las comunidades se dan en su interior, compartiendo la vida con sencillez, celebrando las expresiones propias de su cultura, reflexionando sobre el acontecer de la vida y la comunidad, poniendo en las manos de Dios sus tristezas y alegrías, sus dolores y esperanzas. No cabe duda, que estas capillas forman parte esencial del horizonte existencial personal y comunitario.
Es por ello que la destrucción de tres de ellas en los últimos meses, en el territorio de la parroquia de Ercilla, y una evangélica, resulta tan doloroso e incomprensible. En efecto, son hechos que tocan y hieren el sentimiento más hondo de estas comunidades y de un pueblo, y de donde nacen o han nacido muchos acontecimientos importantes para la vida de las familias. Todo proyecto histórico que desconozca o desprecie esta verdad, pierde legitimidad, y no tiene destino. Jesús nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y por tanto de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor. El comportamiento de la persona es plenamente humano cuando nace del amor, manifiesta el amor y está dirigido al amor. Esta verdad vale también en el ámbito social: es necesario que los cristianos más allá de graves pruebas, sean testigos profundamente convencidos y sepan mostrar, con sus vidas, que el amor del Evangelio es la única fuerza que puede conducir a la perfección personal y social, y mover la historia hacia el bien y la justicia para todos buscamos.
Héctor Vargas Bastidas, obispo de Temuco