El otro día me tocó presentar un libro de Carlos León, junto a otros colegas de la cultura local, esto fue en la Universidad de Valparaíso. El libro fue editado por la editorial de esa casa de estudios. Se trataba de "Prosas Desde Valparaíso" de este escritor avecindado en el puerto, fallecido en 1988. Un provinciano de tomo y lomo, que vivió casi toda su vida en Valparaíso y que desarrolló su obra a partir de su experiencia como funcionario y como transeúnte de a pie, de un pueblo abandonado; así llamamos a ciertas ciudades y pueblos del país algunos escritores de provincia, que consideramos que el Estado centralista sacrificó y sometió al olvido administrativo las zonas no capitales de la República. Sus novelas y crónicas son un hermoso testimonio de observación de un mundo que debía ser memorizado para ser vivido. El libro reúne varios libros de crónicas: "Algunos días", "Memorias de un Sonámbulo", "Hombre de Playa Ancha" y "Hombres de Palabra". El autor o la función autoral se erige en protagonista de un mundo observado, por lo tanto descrito y analizado con esos criterios de objetividad que otorgaría la distancia. Paradojalmente, la noche anterior fui testigo de una entrevista a Alberto Fuguet en un canal de cable, en donde, claramente, los parámetros autorales son otros; concretamente la subjetividad más arbitraria hace de eje estructural del mundo. Hago el contraste porque me parece pertinente dar cuenta de dos modos de comparecencia en el campo literario chileno (e internacional también); por un lado un escritor de provincia fuera de escena, recuperado por el trabajo de una editorial universitaria que apuesta a lo que podríamos llamar voluntad de archivo literario provincial; y por otro lado, la razón mediático farandulera que siente absoluto desprecio por estos gestos reñidos con las imposiciones del mercado y del campo literario. Son dos regímenes de lo estético literario, uno memorístico y analógico, y el otro inmediatista y digital o plagado de esas referencias. Quizás haya una cierta soberbia institucional suicida en el espíritu editorial universitario. Y en el caso de la editorial comercial haya sólo un afán de espectáculo o de docu-reality. La anécdota banal de salir del clóset sigue siendo un tópico morbo que concentra cámara y prensa. El inmediatismo impúdico que proviene de la prensa espectáculo inundó el campo literario con su soberbia falta de espesor, autoafirmando un mundo sin contenidos, sólo de efectos mercachifleros y sostenedores de un estado de situación unilateral. La política también tiende a funcionar del mismo modo, los aparatos políticos suelen desarrollar estrategias faranduleras para seleccionar a sus candidatos, qué duda cabe de eso. En el caso de la literatura y la política también se buscan los hits, tipo cancioncilla pegajosa. Ahí hay una gran coherencia en el trabajo de Fuguet, el que siempre desarrolló una estrategia periodística, de ese periodismo que inventa un mundo paralelo, no respetando ese que está ahí, en su máxima brutalidad. Eso lo convierte en un adelantado en esto de la novela mediática. Con esto no estamos matizando el falso dilema entre literatura macondiana, exotizante, con la apuesta pendejístico neoliberal. Tampoco estamos proponiendo una tercera vía o un punto de vista con pretensiones de originalidad. Quizás sólo intentar recuperar o reinventar la experiencia otra de un mundo no mediatizado hasta el paroxismo, como el que padecemos; ese que nos aclaró con tanta precisión objetual Andy Warhol. La nueva provincia, la de los "pueblos abandonados", propone una estética territorial, una política terrígena más bien, que intente sobrevivir a la debacle desarrollista de un mundo que ya topó techo hace rato. La insistencia festiva y perversa de un mundo-cadáver es la perversión mediática de una apuesta criminal por la continuidad del desastre.
POR Marcelo Mellado*
* Escritor y profesor de Castellano. Es autor de "La batalla de Placilla" .