La cuarta mesa
El municipio se debe enfocar en proporcionar soluciones y no sólo en sancionar con infracciones a los discapacitados. El foco debe ser otro: potenciar la sociedad civil indígena
Primero fue la mesa del Gobierno, después la mesa de los alcaldes mapuche, luego la mesa de diálogo interreligioso, y ahora el Senador Jaime Quintana y la Asociación de Municipalidades con Alcalde Mapuche crearon una nueva mesa con el objeto de elaborar un proyecto de ley de escaños reservados indígenas en el Congreso.
En pedir no hay engaño dicen por ahí, sin embargo, hay que considerar que cualquiera de las políticas originadas en propuestas de dichas mesas deben ser consultadas. Y si el Gobierno no ha logrado nada en más de dos años, uno puede intuir qué pasará con estas otras. Las buenas intenciones de propuesta de ley de cuotas es muy loable, no obstante, el problema no es que los indígenas no tengan representación parlamentaria, sino que no podamos influir en la legislación que se nos aplica. Perpetuándose las políticas centralistas, estatistas y coloniales, que tras décadas de aplicación han causado más perjuicios que beneficios.
Una ley de cuotas puede profundizar el clientelismo político y el aumento de la frustración indígena, por el contrario si el interés real es propiciar la participación política indígena, existen otras vías mucho más efectivas, como la iniciativa legislativa directa indígena o creación de un organismo público autónomo que genere la legislación especial que afecte directamente a los indígenas, mientras que el Congreso se preocupe de las otras políticas generales que afecten a todos los ciudadanos.
Existe una rica historia parlamentaria mapuche sin limosnas del Estado, ocho diputados mapuche han sido electos: el primero fue don Francisco Melivilu en 1824; Manuel Manquilef en 1926; Arturo Huenchullan en 1933; Venancio Coñuepan, fue reelecto tres veces en los años 1945, 1949 y 1965; en 1953 fueron electos José Cayupi y Esteban Romero; en 1973 fue electo don Rosendo Huenuman; el último fue Francisco Huenchumilla en los años 1989, 1993 y 1997.
El poder de estos parlamentarios no provenía de los partidos ni de sus cualidades personales, sino que venía de una fuerte sociedad civil mapuche que los impulsó. Fue el caso de la Sociedad Caupolicán y Manquilef; y el de Coñuepan, Cayupi y Romero con la Corporación Araucana. Ese era verdadero poder mapuche, no dádivas estatales. El foco debe ser otro: potenciar la sociedad civil indígena, recuperar nuestra libertad económica y con ello nuestro poder político. No hay que poner la carreta antes de los bueyes.
Venancio Coñuepan M Director Ejecutivo Fundación Chile Intercultural