La primera vez que el Jony (15 años) cayó en el centro de menores fue al ser sorprendido robando un auto en el sector céntrico de la ciudad con una "troquera", una especia de paleta metálica usada en el hampa para reventar las chapas de los móviles.
Como era reincidente, el tribunal ordenó el ingreso del Jony a un centro de menores por unos meses. Entre el grupo se encontraba "El Biónico", cuyo nombre real era Christopher (17 años), su apodo se debía a que era un mechero experto, ingresaba a las tiendas con una bolsa "biónica" para llevarse ropa, celulares y perfumes.
Pero Christopher ya no quería ser un "choro" de poca monta, no quería ser la burla de sus pares en el centro de menores donde ingresaba y salía cada cierto tiempo, quería ser respetado, y ya sabía cómo hacerlo. En medio de tardes desoladas y llenas de letargo, el Christopher no demoró en convencer al Jony que debía avisparse, que debía dejar los robos rascas de autos en el centro de la ciudad y que lo mejor era buscar unos "fierros" (pistolas) para hacer algo que los hiciera respetados.
Después de dos meses en internación provisoria, el Christopher y el Jony salieron del centro de menores. Un día de verano, ambos muchachos abandonaron sus casas improvisadas de los barrios periféricos de la ciudad para llegar al centro, donde la noche ya asomaba.
Ambos no demoraron en abordar un taxi en calle Picaporte. El Jony se acomodó al lado del conductor y el Christopher en la parte trasera del Nissan V-16. Jony le pidió al chofer que los trasladara camino a Las Rosas, el taxista -un hombre de unos 64 años, casado y dos hijos- no demoró en rodear el cerro del mismo nombre. Ya lejos del centro, el Jony extrajo desde sus ropas una pistola y le apuntó al conductor exigiéndole que le entregara el dinero recaudado del día.
Pero el chofer no estaba dispuesto a ser víctima de un asalto y ante un descuido tomó el arma que sostenía el muchacho y comenzó a forcejear con el Jony, luego intervino Christopher y de repente se escuchó un estruendo. El taxista cayó hacia un costado de su Nissan V-16 con el pecho ensangrentado, una bala ingresó por el tórax y le perforó el pulmón, su muerte fue casi instantánea.
El crimen del taxista aún está en la impunidad. Del Jony y el Christopher nada se sabe, se cree que aún deambulan por las calles de la ciudad con "fierros" entre sus ropas. Esta historia se repite en alguna parte y en algún lugar con menores que se duermen esperando la reinserción.
Dionisio Ulloa Berrocal Abogado