Querido Viejo
Querido Viejo: Sé que existes, por eso me atrevo, después de tanto tiempo, a volver escribirte. Me quedó claro aquella Navidad de 1981, cuando con algo de incredulidad te pedí una cámara fotográfica, que después de 35 años aún conservo. Sé que existes, porque al año siguiente te rogué para que me ayudaras a pasar de curso. Esa vez, como tantas veces, también me cumpliste.
Después de tantos años vuelvo a tocar tu puerta. Y lo hago, a pesar del tiempo y las canas, con la misma ilusión de un niño que ve en tu traje rojo y tu barba blanca una fuente de sueños y esperanzas. Esta vez no quiero juguetes ni mejores notas en matemáticas. Esta vez recurro a ti como un ciudadano común y corriente, inquieto por su entorno y el bien colectivo.
Querido Viejo, he vuelto a escribirte porque creo que los símbolos inspiradores de tu mensaje pueden ayudarnos a propiciar una sociedad más justa, respetuosa, fraterna y tolerante.
Te escribo porque esta Región necesita de tu magia para desenredar aquellos nudos que aún no permiten caminar sin tropiezos. A estas alturas, querido Viejo, no vale la pena seguir culpando a la autoridad -a la ex y la actual- de su inoperancia e indiferencia para saldar estas deudas.
La Araucanía necesita con urgencia resolver problemas de convivencia enquistados en su esencia. Necesita que le devuelvan la paz, que se le garantice seguridad, que mejoren sus índices de crecimiento, que minimice sus niveles de pobreza, que se invierta más en infraestructura pública, que se propicien climas de confianza para los inversionistas privados y que aumente el empleo, todas necesidades que apuntan, en definitiva, a mejorar la calidad de vida de cada ciudadano de esta Región, la más bella de todas, pero también la más golpeada de todas.
Pero, por sobre todo, nuestra Región requiere con urgencia de líderes honestos y entusiastas, que representen y defiendan férreamente y sin descanso los intereses de una comunidad cansada de los atropellos, de la injusticia y, principalmente, de la indiferencia. Pero, también, necesitamos una ciudadanía más activa, comprometida y solidaria. Una ciudadanía que asuma que ella también es responsable de sus propios males y de diseñar un futuro más próspero para las próximas generaciones.
Sé, querido Viejo, que el listado es largo y complejo. Pero en ti depósito estos sueños y esperanzas, y lo hago con la misma ilusión de 1981 y del año siguiente, cuando no me fallaste. Recibe donde estés un fuerte abrazo. Sé que existe.
Por Mauricio Rivas, Alvear
Director
Diario El Austral