2016, un nuevo año de desconfianzas
Al igual que en 2015, este año se han conocido nuevos casos de colusión y otros actos reñidos con la legalidad.
El año termina y comienzan las valoraciones de lo visto y realizado en este complejo 2016, donde hemos apreciado los efectos de un mundo en la inercia de los permanentes cambios.
A nivel internacional fue un año lleno de noticias. Con asombro hemos visto los golpes dados por organizaciones terroristas en Europa, el rechazo de la población del Reino Unido a permanecer en la Unión Europea, también conocido como Brexit, el triunfo presidencial del empresario Donald Trump en Estados Unidos, el espiral de violencia en Siria; el crecimiento de la crisis migratoria, la caída de la Presidenta brasileña Dilma Rousseff y la muerte del líder cubano Fidel Castro, considerado uno de los últimos protagonistas de la guerra fría.
En nuestro país, en tanto, hemos visto como se ha expandido la crisis de desconfianza en el mundo político, el Congreso, el Gobierno, la justicia, el empresariado, etcétera.
Ciertamente, la destrucción de la confianza se ha cimentado sobre los errores, omisiones y actos delictivos cometidos por importantes representantes de las organizaciones citadas.
Al igual que en 2015, este año se han conocido nuevos casos de colusión (el de los pañales es el más reciente) y otros actos reñidos con la legalidad, junto al ya normal descrédito de la clase política que poco hace por revertir su condición. También hemos visto como mediáticos ciudadanos han sido capaces de engañar a todo un país.
La desconfianza nace del miedo, dicen los sicólogos, allí habría que buscar parte de las respuestas.
Pero el fenómeno no es propio del país, sino de buena parte del mundo desarrollado, de las democracias que parecen estar enfrentándose a fenómenos impensados: la incertidumbre, probablemente ligada al fenómeno reciente de la ausencia de ideologías.
El gran problema es que sin confianza los países no avanzan, peor aún, retroceden, ya que el tejido social es el sustrato clave para construir. Chile es capaz de revertir esta realidad y repensar el futuro.