La Declaración Universal de Derechos Humanos, en su artículo 24 dice: "Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas". Siendo este un derecho y una necesidad, particularmente en este tiempo en que muchos han comenzado, o están por iniciar, un tiempo de merecido descanso, vienen a mi memoria aquellas palabras del Señor Jesús a sus discípulos: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto para descansar un poco" (Mc 6,31), esto después que ellos le contaran todo lo que habían "hecho y enseñado". El texto sagrado es de suma actualidad, puesto que, es sabido que la falta de un oportuno y adecuado descanso genera, muchas veces, estrés, depresión, agotamiento y es la puerta de entrada a muchas enfermedades de tipo psicosomáticas.
Dice también Jesús: "Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré" (Mt 11,28). Las vacaciones, lejos de apartarnos del Señor, son un momento oportuno para descansar en Él. En este sentido podríamos hablar más bien del "reposo", esto es, "volver a posarse" (en el Señor) para entregar a Él nuestras penas, alegrías y proyectos, personales, familiares y comunitarios. "Reposar", en el Señor, es una divina invitación a mirar dentro de nosotros mismos, a entrar en su Sagrado Corazón para arrepentirnos de nuestras negligencias y pecados y encontrar la paz en el arrepentimiento sincero que nos lleva a compromisos de vida bien concretos, en la confianza que el mismo Señor los inspira y anima.
Es muy lamentable y trágico, que este tiempo se vea tristemente entorpecido por la gran cantidad de incendios que azotan a nuestra Patria, sobre todo, cuando los expertos nos dicen que la mayor parte de ellos tienen como causa la irresponsabilidad humana. En esta situación no sé si alguien puede, verdaderamente, disfrutar con tranquilidad del descanso merecido y esperado.
Como Pastor de esta Diócesis, hago un sentido llamado a todos los fieles y personas de buena voluntad a unirnos para orar intensamente al Dueño de la Vida, para que todo esto termine, para que conceda el descanso eterno a quienes han fallecido en estos días, que dé consuelo y la fortaleza a sus familiares y amigos, y para que sea Él quien inspire a nuestras autoridades en la toma de decisiones para ir en ayuda de aquellos hermanos y hermanas que más lo necesitan. A todos mi bendición y recuerdo en la oración y en la celebración de la Santa Eucaristía.
Héctor Vargas obispo de Temuco