Hace unos pocos días el Gobierno anunció en forma muy sencilla que mandaría en los próximos meses un proyecto de ley que tendría que ver con modificaciones para "mejorar las pensiones".
No resisto -aunque cometa un error- decir en esta columna algo muy personal pero que es muy sincero y que toca mis sentimientos: ¿Por qué razón cuando faltan pocos meses para terminar el mandato actual, se acuerdan de este tema que afecta a millones de chilenos? Esta iniciativa no tendrá ni siquiera debate en el Parlamento, Corporación que se preocupará de la elección y reelección de los mismos de sus integrantes y por supuesto el cambio presidencial en los meses venideros.
Todo Chile vio en canales de televisión el final de una cantidad impresionante de estrellas del espectáculo que tratan de sobrevivir con $130.000 pesos mensuales, muchos de ellos viven en los aún llamados asilos de ancianos y que muchas veces son dejados ahí por sus familias como despojos humanos a los que después no quieren ver ni saber de ellos. En esta materia hay cientos de historias.
A esta iniciativa de mi Gobierno - a estas alturas- le encuentro un sabor a cinismo. Es como mirar a un país y creer que la mayoría de sus habitantes somos "huevones".
Con esta medida demagógica tardía se quiere permitir ventilar en estas elecciones quién de los candidatos está más interesado en soluciones -y por supuesto- recordar en el futuro ególatramente "que fue este Gobierno el que presentó una iniciativa para mejorar las pensiones de hambre".
Hemos conocido a jubilados que brillaron en el arte a quienes el tiempo no perdona, dicen que Dios perdona pero el tiempo no. Estas personas no han recibido el reconocimiento ni el aporte por su apoyo al desarrollo de la cultura.
Pero donde la realidad llega a niveles de miseria increíble es en aquellos millones de chilenos incluidos exempleados públicos, profesores, empleados particulares, dueñas de casa que reciben los mismos $130.000 pesos o las "pensiones estatales".
He conocido en sus casas muy pobres ancianos que esperan la llegada del final con una estufita a leña o carbón y que se alimentan por días, semanas y meses con el leal mate y un par de sopaipillas. Son chilenos que se ocultan temerosos de que los vean, permanecen en sus viejas paredes esperando la llegada de sus miserables pensiones.
Roberto Muñoz Barra, exsenador y presidente del Centro de Estudios Públicos Social Demócrata