Familia de joven asesinado en asalto a centro de eventos exige justicia y teme represalias
OJOS DE AGUA. Osvaldo Antilef tenía 28 años y murió luego de recibir tres disparos por parte de un grupo de encapuchados armados que entraron a robar a su casa el 28 de septiembre del 2016.
Osvaldo Rogelio Antilef (60) recuerda que los noticiarios de la noche ya habían empezado cuando él y su familia terminaron de cenar. Eran alrededor de las 21.20 del 28 de septiembre de 2016, una fecha cercana a su cumpleaños, por lo que tenía a un hermano junto a su esposa como visitas en su casa.
De un momento a otro, la tranquilidad de la parcela ubicada en el kilómetro 5 de la ruta Cajón - Vilcún se vio alterada por gritos que fueron acompañados por una seguidilla de disparos. El ruido lo desconcertó. Era un grupo de encapuchados que había entrado a su propiedad, con la intención de ingresar a su casa para sustraer especies.
Para Antilef es difícil recordar aquella noche. De hecho, debió recibir asistencia psiquiátrica junto a su esposa, por parte de la Fiscalía. "Fuimos atacados, tuvimos una guerra en mi casa, me asesinaron a un hijo... todos los días lloro por él... y si no es porque yo me defendí, nos matan a todos", afirma.
Perder a un hijo
Osvaldo Antilef Pizarro tenía 26 años cuando salió al paso de los asaltantes que habían entrado a su casa. Era el mayor de cuatro hermanos y cursaba tercer año de Ingeniería Comercial en la Universidad Autónoma, después de egresar de ensañanza media desde el Colegio De La Salle.
Vivía en un departamento a 30 metros de la casa, pero terminó siendo baleado, estando de rodillas, en la cocina de la casa de su padre. Él mismo confirma un dato macabro que fue establecido tras las pericias: "Lo asesinaron con tres balazos... de tres armas distintas... lo ejecutaron", dice llorando.
Se dio cuenta que su hijo había muerto después de defender a su familia a tiros, con una escopeta y una pistola que tiene inscritas y que todavía mantiene en su casa.
"Estaba en el segundo piso, vi que uno de los encapuchados tenía tomada del pelo a mi cuñada. Tenía mi arma en la mano y no quise disparar por miedo a herirla. Esperé que se girara y le disparé... Los demás encapuchados intentaron levantarlo y se lo llevaron, pero lo dejaron tirado como 300 metros más allá", relata. Aquella segunda víctima fatal fue Fabián Tralcal Marilaf, quien fue reivindicado por el Lof Lleupeko-Katrileo como un weichafe que cayó en una acción de recuperación.
La vida se da vuelta
De ahí en adelante, dice Osvaldo, la vida junto a su familia se tornó "una pesadilla" que todavía no acaba porque por el hecho todavía, dice, al no haber ninguna persona detenida.
Los nulos avances investigativos hacen que, a un año de lo ocurrido, continúe exigiendo justicia.
"¿Cómo puede ser que a un año después no hayan encontrado ninguna pista de quiénes son, sabiendo que puede que estén usando las mismas armas en otros atentados terroristas? Porque lo que nosotros sufrimos fue terrorismo", sostiene Osvaldo.
Karen Montoya, esposa de Osvaldo, cuenta que hace poco se les retiró una parte de la medida de protección policial con la que contaban. "Ahora sólo hay resguardo de Carabineros en la noche... estamos aterrorizados", lamenta.
El centro de eventos que cuando ocurrió el crimen se denominaba "Ojos de Agua", ahora se llama "Wanty", el apodo de su hijo fallecido. Pero las reservas escasean, dice Osvaldo, por el estigma.
"Vamos a ayudar a conseguir una hora con un psiquiatra particular para esta familia, que es víctima de terrorismo y que además sufre el abandono del Gobierno".
Ruth Hurtado, vocera de agrupación, Mujeres por La Araucanía"