Es indudable que el turismo es una de las claras potencialidades para el desarrollo de La Araucanía, una actividad que en esta Región tiene variadas facetas, pasando desde el tradicional de las termas, lagos y ríos para sumar, cada vez con mayor fuerza, el de intereses especiales relacionado con las actividades mapuches.
Hasta hace algunos años esta no era opción para las familias mapuches, pero hoy los turistas extranjeros llegan cada vez en mayor cantidad al país y a la Región y uno de sus objetivos es disfrutar el modo de vida de la etnia, conocer sus costumbres y comidas, adquirir artesanía local y vivir por algunas horas en una ruca. Lo que para nuestra gente se reviste de habitualidad, en el caso de los extranjeros es motivo de gran atracción y tal sensación debe aprovecharse integralmente para ir construyendo una actividad siempre creciente.
Bajo la tutela, fundamentalmente, de la mujer, variadas zonas de la Región se han ido transformando de su antigua condición agrícola y ganadera de subsistencia a polos turísticos en desarrollo, que generan buenos recursos para las familias mapuches, brindando a sus hijos otras posibilidades de crecimiento en las ciudades o en el entorno familiar trabajando en el turismo.
Diversos organismos del Estado han estado contribuyendo a que lo anterior sea una realidad, apoyando con medios económicos y capacitación a estos emprendedores que han ido mezclando el trabajo de la tierra con esta nueva opción que poco a poco muestra resultados más que esperanzadores, más aun entendiendo que la reducida propiedad agrícola no puede ofrecer mayores expectativas.
En la condición desmedrada en que vive la mayoría de las familias mapuches el turismo aparece como una ventana al futuro que el Estado tiene la obligación de fortalecer, toda vez que ello le está permitiendo dejar de lado, en ya muchos casos, el tradicional paternalismo para asistir a la gente vulnerable que ahora puede valerse por sí misma.