La Araucanía es la Región más pobre del país y sus actividades productivas están deprimidas; de esta sociedad se desprende la existencia de miles de personas vulnerables, muchas de ellas en franca situación de calle, con escaso o nulo apoyo familiar y que dependen de organizaciones caritativas como el Hogar de Cristo, el que a su vez precisa de la buena voluntad de las personas para solventar sus fuertes gastos.

Gastos que deben ser entendidos como una inversión en amor, en solidaridad por quienes nada tienen y en la posibilidad de que algunas de estas personas desvalidas puedan reencontrar el rumbo extraviado al contar con una asistencia profesional y humana adecuada.

Por ello es tradicional que cada año el Hogar de Cristo realice una serie de actividades y campañas, como los procesos de captación de socios y su tradicional Cena de Pan y Vino, con el fin de atraer a nuevos colaboradores y obtener recursos que le permitan financiar su extraordinaria obra social en nuestra Región.

En el nivel regional el Hogar de Cristo mantiene casi 17 programas sociales, que van desde los niños a los adultos mayores, sumando nada menos que 936 personas beneficiadas cada día en 12 comunas de La Araucanía, entre ellas las que encuentran un lugar donde dormir gracias a las hospederías, según datos recopilados hasta el mes pasado.

Actualmente, el Hogar se encuentra desarrollando una campaña a través de internet buscando colaboradores para enfrentar la temporada de invierno, por lo tanto el llamado es colaborar con esta solidaria cruzada.

El Hogar de Cristo juega un rol preponderante en la comunidad regional, el que puede ser asumido y fortalecido con quienes están dispuestos a sumarse a sus campañas y actividades.

La obra iniciada en 1944 por el padre Alberto Hurtado -declarado santo en 2005- necesita de todos en nuestra Región.

Del griego eu-tanatos, cuyo significado etimológico es buen morir, es uno de los grandes temas de la bioética, y es conveniente conocer qué significa y debatir su práctica. Es importante considerar que tanto la muerte como la enfermedad misma, son vividas por cada persona de un modo particular y diferente y que varía mucho el significado que cada uno otorga a su vida y concibe su propia muerte, lo que históricamente ha cambiado en cada época y cultura.

La discusión sobre la eutanasia tiene que ver con la facultad o el derecho que tendría o no tendría cada uno, de decidir sobre su vida en condiciones de enfermedad terminal o enfermedad intratable que solo significa inmejorable sufrimiento.

En el caso de la eutanasia, la opción liberal defiende la posición de admitirla, y permitir que cada uno opte de acuerdo con sus convicciones, que a fin de cuentas tiene relación con la autonomía personal; en cambio, la opción conservadora se opone, y desde su moral heterónoma impone su opción sobre los demás. Lo anterior significa condenar a los enfermos terminales a prolongar una vida de dolor y sufrimiento en contra de su libre voluntad, implica desoír el sufrimiento y desatender los enormes costos económicos y emocionales de las familias, que ya no tienen otra opción que sufrir días tras días a la espera del término de la terrible enfermedad.

En el mundo de los fines, el hombre es sujeto de derechos y tiene inherente dignidad, por eso el equivalente moderno y laico a la santidad de vida es el de calidad de vida. La defensa de la eutanasia, no anima a que otros la practiquen, como tampoco ridiculiza a los que, creyentes en la parusía y en otros mundos, defiendan a su manera, la prolongación de la vida en condiciones de enfermedad terminal y terrible dolor.

Un paciente aquejado de grave e intratable enfermedad podría elegir no prolongar su vida con tratamientos paliativos que solo prolongarían su sufrimiento: una limitación del esfuerzo terapéutico. Esto corresponde a eutanasia pasiva, lo que respeta las consideraciones éticas de consentimiento informado y de justicia, que atienden a la proporcionalidad de los tratamientos y sus resultados.

Por eutanasia activa se entiende la elección que realiza y solicita, un sujeto en condiciones de enfermedad terminal o estado de sufrimiento insoportable, y en pleno uso de sus facultades mentales, ayuda para poner fin a su vida.

Sólo el aspecto jurídico nos llevaría no poco tiempo. Téngase en cuenta su legalización en Holanda, Bélgica, Colombia; algunas regulaciones en España, Canadá, Inglaterra, y el suicidio asistido en Suiza...

Óscar Jiménez Leighton, médico, Corporación de Estudios Laicos de La Araucanía

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