Jorge Aravena Llanca (Pichilemu, 1936) es un fotógrafo, escritor, cantautor y docente universitario residente en Alemania, que durante décadas compartió la amistad del poeta Jorge Teillier Sandoval, ante todo en los 60's, cuando este y sus amigos deambulaban en lugares como el ya inexistente Bar Il Bosco y después en la mítica Unión Chica. Podemos definirlo como un hombre de la estirpe de Pablo de Rokha, robusto, generoso, políticamente incorrecto, multifacético e incombustible. Teillier lo recuerda en el 66, llegando desde la Argentina, con dos cámaras fotográficas cruzadas en el pecho -cual si fuesen las balas de un revolucionario mexicano- y una guitarra a la espalda, interpretando música latinoamericana. Aravena Llanca, quien con intervalos acompañó a Teillier hasta poco antes de su muerte, fue testigo de toda una épica libertaria, de un auténtico juego de iniciados, de un viaje que era mucho más que el homicidio del tiempo hoy practicado entre las libaciones de los fines de semana. El juego se ahondaba entre el vértigo de crear o de caer, de permanecer, ya en la vigilia o en el sueño, en los parajes de la esperanza… o de la desesperación: esos fuegos de artificio que si resplandecieron serán parte de nuestras memorias del futuro. Pues acaso -parafraseando a Nietzsche- sí sea necesario tener un caos dentro de uno mismo para dejar en el cielo una estrella.
El hijo ilustre de Pichilemu también pudo embeberse y captar instantáneas de decenas de creadores, como Violeta y Nicanor Parra, Pablo Neruda o Jorge Luis Borges, a quien acompañó durante meses. Y este miércoles 17 de octubre, a las 19.30 horas, lo tendremos en el Centro Cultural de Lautaro (Matta 975), presentando su libro 'Cuando nació Teillier, murió Gardel' (Stern Editores), que debe su título a esa casualidad preñada de sentido que hermanó al poeta chileno y al cantautor argentino aquel lunes 24 de junio de 1935, cuando en Lautaro venía al mundo el primero, y en el aeropuerto de Medellín fallecía en un accidente el segundo.
Aravena Llanca, cuya prosa irreverente, polémica y sagaz se asienta más en la verosimilitud que en aquella idea iluminista de verdad (que a estas alturas del vértigo parece casi presuntuosa), es en este libro un observador participante, un consejero, un testigo, un humorista y hasta un guardaespaldas del poeta, que entabla con él platónicos diálogos, mientras en el afuera "la noche trepa por los muros" (Rolando Cárdenas).
Luis Marín Escritor y periodista