La Ley Emilia cumplió en septiembre cuatro años desde que entró en vigencia. Se trata de una normativa que modifica la Ley Tolerancia Cero, y que nace tras una demanda ciudadana con el fin de endurecer la normativa anterior respecto a los conductores en estado de ebriedad que generen lesiones o muertes en carretera.

Si bien la ley ha dado algunos resultados positivos, siguen existiendo conductores irresponsables que abordan un vehículo para conducirlo estando bajo los efectos del alcohol.

Lo inquietante de esta situación es que numerosas personas están expuestas a la irresponsabilidad de estos conductores, que generalmente se creen inocentes. Un conductor ebrio es peligroso para otros automovilistas, para peatones y para los bienes privados y públicos.

Otro aspecto lamentable es que quienes rodean a estos conductores ebrios no son capaces de aconsejarlos y exigirles que no conduzcan.

Al final, la complicidad mal entendida termina por dejar una estela de daños y en un grave problema al infractor.

Pese a todo, la nueva normativa no ha sido capaz de frenar a tanto imprudente que no piensa en quienes le rodean, quedando expuesto a generar algún "accidente", que en este caso debiera perder esta condición y llamarse "cuasi delito y delito de homicidio". Aún cuando los riesgos de conducir en estado de ebriedad son mayores que hacerlo bajo la influencia del alcohol, ambos son peligrosos.

Parece que en nuestra sociedad no conocemos bien el concepto de actuar en conciencia y somos transgresores por naturaleza, lo que requerirá de un gran trabajo policial para revertir esta situación.

Mientras tanto seguiremos teniendo en nuestras calles conductores que no tienen ningún escrúpulo a la hora de tomar el volante con varias copas de más y perdiendo por completo sus reflejos. Alguno morirá, pero lo más lamentable es que muchos de ellos se llevarán a personas inocentes que respetaron todas las reglas pero igual perdieron la vida, sin tener culpa.

De acuerdo a mi visión y después de estudiar aspectos relacionados con su obra, su contexto socio-cultural y el desarrollo psico-social de la persona de Jorge Teillier, he llegado a la conclusión apasionante de que el poeta tenía un don singular, y al mismo tiempo, tema central en su obra: él podía hablar con los muertos.

En este sentido, es el propio Jorge Teillier quien nos entrega la clave de su experiencia literaria, y aunque muchos críticos encasillan su obra como Larismo, yo le doy el significado de la expresión latina Domus Dii Famillaris Loci Manes o la casa de las familias, el lugar de los espíritus de los antepasados; entendiendo que el hogar de la familia romana se hacía alrededor del fuego. En torno a este elemento se hacían los cultos religiosos a los Manes, levantando altares con figuras en el Domo, y en especial en la cocina, donde se desarrolla la vida. "Fuego bajo las cenizas / y en el muro / la sombra de los amigos muertos", nos dice el escritor lautarino en un poema haiku.

Hoy día, Jorge Teillier es una oportunidad. Desde las ideas teillerianas es posible construir un movimiento cultural potente, especialmente en la comuna de Lautaro, el cual debiese surgir, por ejemplo, en el propio Liceo Jorge Teillier. Me refiero a un movimiento intelectual estudiantil, con identidad y sentido de pertenencia, apoyado académicamente, transversalizando el currículo de contenidos y el proyecto educativo institucional, donde los estudiantes estén motivados por su propio interés de ser más, en su formación, donde escriban y defiendan sus tesis en torno a Jorge Teillier y en cualquier parte del mundo, para esto, debe ser traducido al inglés haciendo posible su universalización.

Si yo pienso en el propio Jorge Teillier, el poeta encarnaba la verdadera amistad con los más sencillos, con los más humildes, con quienes podía establecer una comunicación verdadera, esto es a mi modesto entender una oportunidad de cambio, que nos llevará inevitablemente a ser más fraternos con el medio ambiente, con la naturaleza, con la ciudad de Lautaro y su historia de trabajadores, trenes y lugares de encuentro, con las mujeres campesinas, con el pueblo mapuche, con nuestra íntima espiritualidad, es decir, con todo aquello que él escribió y nos legó como patrimonio de la humanidad.

Hoy él quiere nuestra amistad.

Alejandro Beltrán Ulloa, profesor

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