No cabe la menor duda de que el D.S.19 abrió grandes posibilidades a las constructoras respecto de su capacidad de elaborar proyectos distintos, imaginativos, que transformen poco a poco el panorama habitacional en esta Región y las ciudades importantes del país, a las que está destinado por sus características de déficit y demanda, aportando una calidad hasta ahora desconocida.

Este Programa de Integración Social y Territorial pretende ampliar la oferta de viviendas con subsidio para familias vulnerables y de clase media, por tanto tiene un fuerte componente de integración social. Vigente desde el año anterior, las empresas que están postulando sus proyectos deben considerar una serie de puntos, como levantarlos en barrios bien localizados y cercanos a los servicios, además con estrictos estándares de calidad en diseño, equipamiento y áreas verdes.

El D.S.19, en consecuencia, es un tremendo desafío para el sector privado, por los factores antedichos. Calidad se traduce en distintas tipologías de viviendas, diversidad de diseños, alto nivel de urbanización, prefiriendo a aquellos que ofrezcan eficiencia energética. Ya no estamos hablando de departamentos pequeñitos, de bajos estándares constructivos y en los extramuros de las ciudades.

Muchas veces las familias contaban con los denominados "papelitos" -subsidios donde no hay oferta habitacional- y es por ello que se exige conjuntos con viviendas de distintos precios para beneficiar a familias con ingresos diversos.

Las constructoras locales deberán aprovechar al máximo sus capacidades de imaginación, creatividad, manejo de costos y optimizar el trabajo de sus cuerpos de profesionales para entregar opciones habitacionales de calidad, con mayor superficie, dando el inicio al término de la segregación habitacional, avizorando que se está en un proceso de mejoramiento de fondo. Pronto irán quedando en el olvido esas soluciones que sólo aseguraban hacinamiento en espacios reducidísimos, mala calidad de los materiales y terminaciones y, en definitiva, cero dignidad para las familias necesitadas.

La madrugada del lunes 10 de diciembre, el escritor Guido Eytel Lagos -entre cuyos méritos está el haber escrito con similar destreza en al menos tres géneros literarios- abandonó las cosas de este mundo. A mi modo de ver, entre sus cuentos ('Puestos varios'), novelas ('Casas en el agua', 'El camino del piñón' y 'Sangre vertió tu boca') y varios poemarios, lo más destacable es esa inédita parodia de la fundación de Temuco llamada 'Casas en el agua' y algunos de sus cuentos, que son auténticas piezas de relojería.

Conocí a Guido Eytel (1945-2018) en el 95, en un taller de lectura que dictó en el Centro Médico de Ciudad Sur, y de él me llamó la atención su simplísima elegancia, cierta displicencia y, por sobre todo, su extremada simpatía: ese carisma aunado a una de las más bellas sonrisas de que tenga memoria, y que provocaba en las mujeres una sensación de ternura (aunque él veía solo a una) y en los varones un sentimiento de empatía natural.

Salvo un par de años, nunca fuimos amigos y tuvimos diferencias, que sería lato e inoficioso explicitar. Al decir de su amigo Bernardo Reyes, "el 95% de las peleas literarias se deben a simples nimiedades [en verdad, ocupó otro vocablo] y pasan como una raya en el agua". No piensa igual don Bonifacio Marulanda, militante comunista y pastor de la Iglesia Pentecostal, quien en pleno y emotivo responso al poeta , aludió a mi persona sin nombrarme, tratándome de torpe a causa de su confusión entre autor y narrador, entre literatura y paper, y de cierta gravedad digna de mejores aspavientos. De todas maneras, el discurso del pastor estuvo preñado de esperanza pues, a su modo de ver, Guido encarnaba como pocos aquella parte del Evangelio que asegura que son "bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados", pues el poeta creía en las ideas de redención social.

Disciplinado militante, Eytel era de aquellos venturosos que prefería que otros tuvieran la razón, pues en cierto modo venía de vuelta y sabía que nadie se rinde ante el carisma o ante la bonhomía, eso que suele llamarse 'don de gentes', y que él encarnaba sin artificio alguno. Es de esperar que el alcalde Becker tome cartas en el asunto y justiprecie a quien es uno de los escritores temuquenses más emblemáticos de todos los tiempos.

Luis Marín,

escritor y periodista

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