Cada cierto tiempo surgen controversias acerca de la necesidad o inutilidad de la enseñanza de la Filosofía a las nuevas generaciones. En ese marco, deseamos aprovechar la oportunidad para desplegar algunas ideas que nos parecen importantes de compartir. Nuestro propósito es ayudar a abrir perspectivas de como abordamos el devenir cotidiano que, por lo mismo, a veces no logramos asumirlo desde la distancia de aquello que nos agobia.
Nos proponemos compartir algunas columnas referidas a una, sólo a una de las vertientes culturales que conforman el mundo en cual vivimos.
Ante lo que nos agobia, y que veces nos encierra, parece necesario buscar razones, sentidos que nos permitan interpretar aquello que a veces parece indisoluble.
Un aspecto se refiere a la naturaleza y alcances del modo como conocemos, que no es lo mismo que el modo cómo y de dónde nos informamos. Los modos parecen complejos, fascinantes y necesarios a la hora de explicar, resolver o de interpretar lo que vivimos.
Mediante estas columnas, invitamos a discurrir sobe los orígenes y sentidos que tiene una sociedad que algunos llaman "del conocimiento" y que preferimos denominar "de la información". Pretendemos invitar a dialogar, pero ¿qué entendemos por esta expresión?
Como evidencia la palabra, diálogo se conforma de "día" y de "logos". La expresión "día" la podemos entender como vía o medio para lograr un propósito; "logos" por su parte, en sentido laxo se puede asumir como razón. Entonces, el diálogo constituye un camino por donde discurre el pensamiento, base de la comunicación y de poner en común lo diferente que, a su vez, no lo es. Cuantas veces declaramos dialogar y no oímos a nuestro interlocutor. No oímos al otro y tan solo conversamos: conversar no es dialogar. A veces y no obstante nuestra pretensión, no oímos y no atendemos los puntos de vista del otro. Es habitual que cuando declaramos dialogar, a lo más, expresamos lo que cada uno quiere decir e incluso imponer y, en esos casos, no otorgamos la posibilidad de compartir la diversidad o lo opuesto expresado por nuestro interlocutor. No olvidemos que, "somos los demás de los demás", declara el poeta.
Invitamos a no considerar que nuestra aproximación es la verdadera, los argumentos de unos y otros nos pueden llevar a una verdad, no definitiva, por cierto.
Rubén Leal Riquelme,
profesor Corporación de Estudios Laicos de La Araucanía