A despecho de vetustas utopías políticas que con candidez creen posible la existencia del Estado y la sociedad sin un marco legal regulatorio ni un cuerpo policial capaz de garantizarlo, la realidad es muy distinta.
En ese contexto, y desde sus albores, en Chile han existido personas o entidades que con diferentes denominaciones han cumplido roles policíacos, los que en nuestros días están encomendados a instituciones como Carabineros de Chile y la Policía de Investigaciones de Chile.
Respecto de la primera, en el último tiempo han surgido durísimos cuestionamientos, los que van desde cuantiosos desfalcos fiscales hasta el homicidio de un joven comunero mapuche. Todo ello pasando por obstrucción a la justicia, simulación de pruebas acusatorias, falsos testimonios, falacias difundidas por quienes incurren en faltas o delitos, uso desmedido de la fuerza, violación de derechos esenciales y un largo y preocupante etcétera.
Esto ha significado pérdida de confianza y credibilidad en la policía uniformada y un fuerte retroceso de su ascendiente social que es pilar de su eficacia.
Ni la repulsa ciudadana, ni el cambio de todo su alto mando en los últimos meses, han sido suficientes para amainar en Carabineros un temporal con incuestionable origen en prácticas de corrupción inadmisibles.
Un nuevo general director y un renovado alto mando representan un cambio generacional en Carabineros que quizás podría contribuir a erradicar lo que ya parece indesmentible: la pugna de poderes, la existencia de facciones disidentes y la pérdida del norte institucional.
Sin embargo, no podrá recuperar prestigio si no enfrenta su situación con una profunda revisión de sus contenidos formativos y con la creación de liderazgos que vayan más allá de los galones o presillas.
Son más de 60 mil hombres y mujeres, la fuerza armada más numerosa del país, y no todos son responsables de lo que sucede. De ahí que no merezcan ser puestos en el mismo saco.
Y esa evolución debe tener como prioritaria la situación de nuestra Región, pues sus problemas, y en especial los de su comunidad mapuche, jamás serán resueltos con represión ni violencia, y sí con desarrollo y comprensión hacia nuestras etnias originarias que no claman sino por justas satisfacciones de sus demandas ancestrales.
Ojalá que el nuevo año que pronto iniciaremos traiga paz a La Araucanía y la certeza de contar con una vía confiable para transitar hacia el progreso con paso firme y sereno. Y ojalá, también, que Carabineros pueda volver a ser "un amigo en el camino".
Roberto Muñoz Barra, exsenador, presidente Instituto Estudios
Públicos Social Demócrata