El interés de la gente parece estar hoy lejos de la política partidaria y peligrosamente cada vez más peleada con lo público. Parece bastante evidente que crear grupos o movilizar personas es cada vez más difícil en el mundo y éste no es un fenómeno estrictamente chileno.
Hasta hace unas décadas, las izquierdas o derechas dominaban prácticamente todos los planos de la sociedad y la persona. Incluso el cómo vestirse, qué escuchar, o con quiénes reunirse eran parte de la cultura doctrinaria de grupos que movilizaban los grandes temas.
Un ejemplo de ello fue la reciente elección de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh), que concluyó sin alcanzar el quórum de 40% que se requiere para que el proceso sea válido, registrándose una importante baja de participación en comparación a procesos anteriores.
Pero eso hoy es una ilusión, las sociedades y las personas somos más complejas, más heterogéneas, desprejuiciadas y libres en el pensamiento. La cultura política es cada vez menos influyente, mientras otros aspectos ganan terreno. Como los medios, la moda, el fútbol, o el nuevo grupo musical.
Ello nos dice que el individuo es más difícil de movilizar en torno a grandes ideas, pero sí respecto a situaciones específicas. De allí el éxito de grupos que exigen arreglos específicos y están compuestos por un amplio rango de sujetos, de distintas clases sociales, religiones y creencias.
No obstante, esta nueva realidad, o entenderla, no es suficiente, ni satisfactorio para el país. Las democracias necesitan los partidos, que son instituciones fundamentales; por lo pronto ahuyentan los populismos, pero necesitan cambios importantes y hacer mucho más de lo que hacen hasta hoy, porque en realidad hacen muy poco y su silencio, o falta de ideas, campea de manera dramática.
Buena parte de los problemas que hoy tiene el Estado son políticos y el futuro pasará por tal ámbito, de allí la urgencia de salir adelante.