Inmigración
Tienen toda la razón los que dicen que Chile no tiene capacidad de absorber cientos de miles de migrantes. Otros creen que Chile debe dejarlos entrar a todos, pero esa posición aparentemente positiva es muy dañina para el país. No es solo la insuficiente capacidad de darles servicios de Salud y Educación.
En Santiago hay inmigrantes que venden confites en los semáforos, pero en algunas ciudades del sur ya se ven 4 o 5 inmigrantes tratando de vender en un mismo semáforo. El "índice" de inmigrantes por semáforo está creciendo. El problema es que en algún momento cercano esas personas se darán cuenta que esa actividad por más que se esfuercen, no les da de comer y tomarán el rumbo del delito. Ése es el problema menos evidente pero el más grave de la inmigración descontrolada.
José Luis Hernández Vidal
Juramento a la bandera
Fueron los políticos los que buscaron asegurar sus períodos de mando, con promesas y exigencias públicas en un Juramento a la Bandera, arreglado a los intereses de cada época. Había que inventar algo para evitar que, ante su ineficiencia política, un ruido de sables les quitara el poder tan fácilmente. Así ocurrió principalmente desde 1914 en adelante.
Muchos exuniformados, en cumplimiento de ese sagrado juramento están detenidos o son perseguidos por la justicia. Ese juramento, el mismo de siempre, los obligó a obedecer las órdenes de sus superiores, "con prontitud y puntualidad, conforme a las leyes y reglamentos vigentes". Leyes y disposiciones que estipulaban la más estricta y absoluta obediencia, durante un Estado de Guerra publicado en el Diario Oficial de Chile.
Con qué derecho obligamos hoy a estos jóvenes a jurar por Dios y la bandera, cuando muchos de ellos ni siquiera son católicos, y peor aún -más adelante- el propio Estado de Chile y la Justicia en particular, no serán capaces de defenderlos, en su legítimo derecho de usar su arma de servicio, como ocurre principalmente en Carabineros de Chile. Al contrario, los acusará de violencia innecesaria.
Christian Slater Escanilla
Movimiento ciudadano ¡Basta!
En relación con lo expuesto por el Movimiento Ciudadano ¡Basta! en la carta publicada el 6 de julio, bajo este mismo título, cabría comentar que la existencia del Estado reposa, en último término, en el imperativo del orden y la seguridad; requisitos esenciales para que las diversas actividades nacionales puedan ser desarrolladas con normalidad y tranquilidad. Para ello el Estado tiene el monopolio del uso de la violencia física legítima, cuya aplicación es muchas veces la única forma de contener o reprimir la violencia ilegítima y el crimen.
¿Cómo se explica entonces que el Estado, con su inmenso poder, no pueda mantener el orden en espacios reducidos como lo es el Instituto Nacional o en extensos territorios como lo son las regiones del sur de nuestro país?
Muchas veces el Estado, como promotor del bien común, debe aplicar la violencia para dar eficacia al derecho y para repeler o neutralizar la violencia ilegítima. Lamentablemente, el "discurso de los Derechos Humanos" se ha convertido en un arma estratégica del comunismo; que es usada para quitar legitimidad al uso de la fuerza y para desarmar psicológica y moralmente a quienes por deber de autoridad, están obligados en justicia a aplicar la violencia para reprimir a quienes subvierten el orden.
Si se mantiene la actual falta de rigor de las autoridades, que no se atreven a usar la fuerza y a respaldar una enérgica actuación de las policías -lo que induce a un actuar pasivo de ellas, por el comprensible temor de sus miembros de ser expulsados de las filas de sus instituciones si actúan y posteriormente perseguidos, humillados y encarcelados por cometer "delitos de violación de los derechos humanos"- pronto estaremos ad portas de convertirnos en un Estado fallido; aquellos que se caracterizan por su incapacidad para tener el control sobre regiones de su territorio y para asegurar en tales regiones el monopolio de la violencia física legítima.
Adolfo Paúl Latorre
Adhesión a movimiento ciudadano ¡Basta!
El evidente y paulatino deterioro de la seguridad rural de las regiones del Biobío, La Araucanía y Los Lagos, nos hace reflexionar y afirmar que las muchas medidas tomadas de un tiempo a esta parte para enfrentar dicho flagelo han sido por decir lo menos, incompetentes y desgraciadas a la luz de nefastos resultados que estamos lamentando hoy, con una sensación de inseguridad permanente, una vulneración del Estado de Derecho a vista y presencia de todos y, peor aún, la forzada resignación de trabajar día a día encarando a la violencia.
Chile entero tiene que saber lo funesto, callado y escondido que hoy se encuentra este problema, y más aún, disfrazado de aparente tranquilidad y augurio que mantiene a mucha gente con el miedo, la desesperanza y la indefensión, producto de un terrorismo dejado simplemente en libertad de acción.
M. Verónica Correa