Adviento, Tiempo de Esperanza
La instalación de las cámaras de vigilancia es una reacción a los atentados incendiarios que han ocurrido en la principal carretera del país.Cuando el hombre se estanca sólo puede aguardar la muerte
El Adviento, tiempo litúrgico con que toda la Iglesia prepara con enorme esperanza el nacimiento del Salvador, nos proyecta hacia el futuro situándonos de cara a la esperanza. Esperar no es privativo del hombre religioso, sino de toda persona que se hace cargo de su existencia. En su calidad de sujeto inacabado, sólo el hombre es capaz de esperanza, es decir, de proyectar y proyectarse en un dinamismo infinito de concreción y deseo, de ese continuo e innato inconformismo que le invita a perfeccionarse más y más. En este sentido, podemos decir, primero, que la esperanza determina y condiciona nuestra vida, y, segundo, que jamás es neutra. Somos aquello que esperamos, y lo esperado configura el mundo en historias y culturas. Si la esperanza, entendida como meta y proyecto, condiciona la existencia y configura el mundo, entonces no da lo mismo esperar cualquier cosa ni de cualquier manera. Más allá de los credos, el objeto esperado y la actitud con que esperamos ha marcado la historia de todos los pueblos, y hoy no menos que ayer. Considerando, pues, los desafíos presentes y futuros por los que atraviesa la humanidad, nos resulta urgente e imperioso reinstalar el discurso sobre el significado de la auténtica esperanza, pues de ello depende que esa humanidad pueda continuar su tránsito hacia el mañana siempre nuevo y de mayor perfección anhelado por Dios. La tan temida y apocalíptica destrucción de la humanidad no depende tanto de factores externos como de nuestra actitud frente a la esperanza. Si no somos capaces de volver a contemplar y maravillarnos ante el misterio del Ser, de dar y descubrir el sentido de cuanto somos y hacemos, sin duda nos estaremos aproximando al fin de la historia. La amenaza mayor en un mundo de satisfacciones tecnológicas y metas cortoplacistas es precisamente el estancamiento en un eterno presente de placer. Cuando el hombre se estanca sólo puede aguardar la muerte.
La espera del nacimiento de Jesús nos ofrece la oportunidad de aprender a esperar y a hacer de la auténtica esperanza nuestra condición existencial. Por lo mismo, y atendiendo al actual contexto mundial, el Evangelio nos exige más que nunca vincular esperanza y responsabilidad, no sólo como ocasión de hacernos técnicamente cargo del futuro biológico de la humanidad, sino también de dar consistencia humana a ese futuro, es decir, sentido, que es el desafío mayor y del que depende realmente nuestra existencia como sociedad. Ser responsables no sólo para sobrevivir, sino para llevar adelante una existencia auténtica.