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Mandela descansa en su pueblo natal

Sudáfrica. Cerca de cinco mil personas se dieron cita en el funeral del fallecido héroe de la lucha contra el "apartheid".
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El ex Presidente de Sudáfrica y Premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela, descansa ya para siempre junto a una pequeña colina de Qunu, una modesta aldea rodeada de praderas en la que pasó su infancia y donde ayer fue enterrado, cumpliendo su expreso deseo.

Han sido diez días de luto oficial desde que murió el pasado 5 de diciembre a los 95 años, tiempo en el que hubo espacio para la consternación por la noticia, la celebración de su legado, la tristeza de la capilla ardiente y el emocionado último adiós en su sepelio.

CEREMONIA

Finalmente ayer recibió sepultura bajo una tierra que siempre consideró su hogar y donde resulta imposible encontrar a alguien que diga una mala palabra sobre el hombre que derrocó al régimen racista del "apartheid", tras resistir una condena de 27 años de prisión, y acabó siendo el primer Presidente negro de Sudáfrica.

La ceremonia se celebró bajo una inmensa carpa blanca en la que no entraba la luz del día. Allí se dieron cita cerca de cinco mil personas, entre ellas varios jefes de Estado, miembros de familias reales como el príncipe Carlos de Inglaterra o Alberto de Mónaco, empresarios famosos como Richard Branson, personajes televisivos como Oprah Winfrey o activistas políticos, como el líder del partido político irlandés Sinn Fein, Gerry Adams.

El féretro de Mandela llegó en procesión al compás de marchas militares, transportado por un camión del Ejército, escoltado por la guardia de honor y cubierto con una bandera sudafricana, mientras sonaban salvas disparadas por cañones.

Tras él, una estela de luto formada por su viuda, Graça Machel, su segunda esposa, Winnie Mandela, y el actual Presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma.

El ataúd fue depositado sobre un escenario blanco con 95 velas encendidas y una gran imagen de su rostro, siempre sonriente.

Palabras de su compañero de lucha

Fueron muchas las oraciones y los testimonios en el funeral de Mandela, pero el más emotivo nació de Ahmed Kathrada, su compañero más cercano durante los 18 años de condena que pasó en la prisión de Robben Island. "Cuando lo vi por última vez estaba en el hospital, y me invadió la tristeza. Me sostenía la mano, era profundamente desgarrador. Ojalá nunca me hubiera enfrentado a esa imagen", recordó Kathrada.