El fallo de La Haya
Las empresas tienen que atender proactivamente el desarrollo sustentable de sus comunidades para conseguir una mejor convivencia.
Una política exterior que despierta este tipo de nacionalismo es irracional
Mucho se especula y se comenta en relación al fallo de la corte de La Haya del lunes. Una aseveración mediatizada por los dos actores de este diferendo es que el fallo mismo, sea cual sea el contenido específico de su veredicto, colocará término a la historia de tensiones entre Perú y Chile. Se abriría, así, una nueva etapa de entendimiento mutuo. Lamento discrepar. El fallo de La Haya es sólo el comienzo de una política exterior hacia Chile formulada a fin de generar réditos para la élite peruana.
La política exterior del Perú se encuentra fundamentada en una lógica nacionalista anacrónica que se alimenta de los dolores asociados a una guerra que sirvió esencialmente los intereses políticos y económicos de los estados partícipes de ese conflicto armado. Una parte de la identidad de los derrotados de la época se fraguó, con el pasar del tiempo, mediante la construcción de una imagen afrentosa de Chile y del chileno; el "roto mapochino" constituye parte del imaginario político de muchos peruanos. Una política exterior que despierta este tipo de nacionalismo es irracional por cuanto, al explotar un pasado perteneciente, dicho sea de paso, a otros actores y a otros gobiernos, se aprovecha de esa historia decimonónica para servir el enaltecimiento de sus líderes y caudillos actuales. No promueve ni la integración, ni el entendimiento mutuo, ni la confianza, ni una pacífica convivencia. Algunos políticos chilenos, a modo de reacción, cantan el mismo himno antagónico. El diferendo llevado a La Haya carga simbólicamente todo el sentimiento que fundamenta las divergencias político-culturales entre los dos países.
Y como los nacionalismos construyen blancos fáciles, el Chile de hoy sirve para exigir más que una redefinición de límites marítimos. Así, el influyente ex congresista peruano, Carlos Ferrero Castro, recientemente dio a entender que entre los temas pendientes en la agenda de relaciones entre ambos estados es la compra de armamento por parte de Chile que los peruanos consideran como "una amenaza inaceptable", las inversiones económicas desiguales que atentan contra la "seguridad" del Perú, y la devolución de los botines de guerra tales y como el Huáscar y los libros sustraídos durante la época de la Guerra del Pacífico.
Por ello, y por motivos que trascienden este tema particular, la Cancillería chilena, que sólo pareciera poseer una actitud reactiva ante problemas de corte político, debe comenzar a construir una política exterior racional que trascienda la estrecha visión comercial que posee de las relaciones internacionales. No sólo ha de definirse la naturaleza del orden económico entre los estados, sino que debe definirse la esencia del orden político entre Chile y otros países y construir, así, una más sofisticada y amplia noción del interés nacional.
Departamento
de Sociología y Ciencia Política de la UCT