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Los emprendedores que cambiaron las vacaciones por trabajo en Pucón

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Cecilia Paiva

Pucón es uno de los destinos favoritos de muchos veraneantes nacionales y extranjeros, por ello cada temporada estival la ciudad y sus playas se repletan.

Conscientes de esta situación es que muchos emprendedores sacrifican sus vacaciones y llegan a la ciudad a ofrecer distintos productos y servicios, aprovechando enero y febrero para generar el máximo de recursos y mantenerse económicamente durante el resto del año.

La Playa Grande de Pucón, precisamente, es uno de los puntos donde se concentra la mayor cantidad de comerciantes, quienes venden confites, arriendan quitasoles, ofrecen paseos en motos acuáticas, vuelos en parapente, etcétera. Ellos y sus servicios siempre rondan a los bañistas, sin embargo muchas veces se desconoce todo el esfuerzo que hay detrás y cómo llegaron a convertirse en emprendedores playeros.

Arnolda Carrillo es puconina y hace treinta años que se dedica al arriendo de servicios higiénicos, contando para ello con tres baños femeninos y masculinos ubicados a algunos metros del lago.

Si bien su trabajo a priori puede parecer sencillo o relajado, tras ella hay una gran historia de esfuerzo.

"Empecé a los 11 años a trabajar en esto, cuando mis papás se encargaban del negocio. Ahora estoy con mi marido y esta temporada la partimos en noviembre. Desde esa fecha que abrimos como a las 10 de la mañana, y ahora que viene febrero, nos quedaremos hasta las once de la noche", cuenta.

Pero, ¿Cuál es la particularidad de la emprendedora y su pareja? "Nosotros alojamos en los baños. Muy rara vez nos vamos a nuestra casa, porque tenemos que cuidarlos para que no los rompan. Mi marido inventó un catre que va apoyado en la pared y ahí dormimos", relata.

Su pareja, Jorge Álvarez, concluye que "el trabajo nuestro es muy sacrificado, porque además ella es esquizofrénica y yo padezco diabetes y trombosis. Esta temporada la aprovechamos al máximo, porque con ello nos mantenemos durante todo el año".

Uno de los servicios más reconocidos en la Playa Grande es el arriendo de quitasoles y reposeras, los que por un mínimo de mil pesos se pueden utilizar por toda una tarde.

Una de las tantas mujeres que durante este verano trabaja en ello es Jaqueline Sepúlveda, quien por primera vez se decidió a ejercer de forma independiente y se instaló con 18 quitasoles y tres soleras en el sector La Casona del balneario.

"Es muy esforzada la vida del emprendedor playero, porque hay que estar todos los días con el sol encima y caminar o correr por la arena", asegura Jaqueline sobre su empleo de verano, pues el resto del año se desempeña como asesora de hogar.

"Tengo cuatro hijos y ahora estoy trabajando para comprarles los útiles escolares y cosas para mi casa. Estos dos meses tengo que aprovecharlos al máximo, porque si no no tenemos cómo", señala.

Por estos días, una de las mayores entretenciones para los niños que disfrutan los encantos de la Playa Grande de Pucón son diez juegos inflables que se ubican en medio del lago. ¿Quién está detrás del exitoso servicio? Luis Vidal, un santiaguino que por segundo año consecutivo decidió trasladarse a la zona lacustre para hacer un buen negocio.

"Me dediqué un verano completo a recorrer las playas del norte y luego los lagos del sur, para así hacer un estudio de mercado y ver si es que existía en otros lugares un parque acuático. Como no estaba en ningún lugar, tomamos la decisión de hacerlo en Pucón y nos ha ido bien", cuenta Luis, propietario de "Todoentrete".

Su pareja, Gabriela Moris, complementa que "me vine por un tema económico. Soy veterinaria y tengo una clínica en Santiago, así que cuando termine la temporada me regreso y sigo trabajando ahí".

A sólo metros de los juegos "Todoentrete" se encuentra Julio Vergara, un artesano que desde hace seis veranos se dedica por completo al arriendo de catorce motos acuáticas.

"En mi familia siempre nos han gustado las motos y este negocio lo empezamos en un camping en Rapel", cuenta Julio, quien llegó el año 2004 a Pucón y con el tiempo decidió quedarse en el sector y ser uno más de los emprendedores playeros.

Sobre su día a día en el balneario, el comerciante comenta que "la vida en la playa es sacrificada. Pucón es una ciudad muy pequeña y la fuente laboral es muy reducida, así que o tenemos que trabajar afuera o en turismo, que dura dos meses. El resto del año trabajo como artesano y hago muebles rústicos, no me va mal, pero igual es complicado y más aún con hijos estudiando", finaliza.

Ubicados prácticamente al final del balneario, en el sector norte, los sociedad chileno- argentina de "Parapente Pucón" desde hace tres años que logra captar la atención tanto de turistas como residentes, quienes por 45 mil pesos pueden vivir una experiencia inolvidable y volar por la playa.

"La idea surgió porque nos gustó el lugar y el mundo del parapente no es muy grande, así que nos conocemos todos. Esto es una mezcla de amistad, pasión por el aire y trabajo", cuenta Gustavo Méndez, uno de los argentinos implicados en el proyecto y quien desde hace tres veranos que llega a la zona lacustre a trabajar en los parapentes y luego regresa a su país para continuar en lo suyo, pues además de piloto es profesor de teatro. A diferencia de algunos de sus colegas emprendedores, para Gustavo, el trabajar en la playa es una de las mejores experiencias que puede haber. "Es increíble trabajar aquí. A veces nos quejamos de la arena o algunas cosas, pero cuando lo pensamos y nos damos cuenta de la vista tan hermosa de Pucón, vemos que estamos en uno de los lugares más maravillosos del mundo", concluye.