Los acontecimientos en la Región son cada vez más graves y por ende sus efectos se perfilan como demoledores para un desarrollo y crecimiento armónico. Tenemos el triste récord de ser uno de los puntos geográficos del país más débiles y con el porcentaje de aporte al PIB nacional más escaso.
La pradera rural de La Araucanía ha venido sufriendo en lo particular cada vez más en los últimos 20 años y, por supuesto, comienza a rozar con mayor sensibilidad la piel de todos los sectores involucrados, rurales y urbanos.
Es la hora de no ocultar la verdad, estamos a tiempo de reconocer responsabilidades en un aporte positivo, no sectario y menos irresponsablemente incondicional.
En las últimas décadas, se han implementado políticas de subsidios al pueblo mapuche, tal vez posibles en otros tiempos, pero no ahora.
Hay nuevos agentes que piden resoluciones más allá de la simple beneficencia que se ha constituido en iniciativas simplistas en los 24 años de democracia.
En estos tensos momentos se ha mandado al sacrificio o a 'la quema a lo bonzo' a un hombre con capacidades que nadie puede negarle. Al señor Huenchumilla como intendente se le ha asignado por el Gobierno central el desarrollo de la Región en su conjunto y solucionar nada menos que el conflicto mapuche.
Este conflicto tiene argumentaciones por un sector muy activo que suma 200 años, entonces, es una utopía pensar que esta autoridad podría dar un resultado en la forma inmediata como algunos irresponsablemente argumentan.
Apresurada la iniciativa del Gobierno central, incomprensible que se le asigne a ésta u otra intendencia responsabilidades macros regionales y de resolver el tema mapuche, alejándolo de sus funciones primarias, que es la preocupación por las políticas públicas y los ciudadanos.
Sostengo respetuosamente que se debe designar un representante con las facultades y mecanismos que ello otorga para enfrentar el problema, como lo fue en su tiempo Rodrigo Egaña, cumpliendo funciones de delegado presidencial para asuntos indígenas.