La Región y el conflicto mapuche sirvieron lamentablemente para dar desde el Congreso un banal espectáculo que concluyó en la nada misma. Los partidarios del interpelado abrazándole para las cámaras de TV en gestos de sinceridad y convicción más falsos que un billete de mil quinientos pesos, por el otro lado, los parlamentarios opositores haciendo lo mismo con 'El Colorín', representante de miles de indígenas de la zona de Imperial, Carahue, Puerto Saavedra y otros lugares del Distrito 51.
Hasta hace poco tiempo eran conocidas 'las comisiones investigadoras', las que terminaron en la nada en cuanto a conclusiones. Desde hace poco apareció otro mecanismo legislativo titulado interpelación, que transita por el mismo camino del anterior.
El conflicto mapuche no es un tema más, cada día crece y sus efectos van calando hondo en el espíritu de unidad y de desarrollo armónico de la Región.
Sobre este tema hay dos verdades que hay que aceptarlas si es que se quiere resolver algún día: la primera es una deuda histórica con los pueblos originarios reconocida por Chile en tribunales internacionales a través del Convenio 169. Estos hoy detentan el 2% de la tierra agrícola de La Araucanía; es cierto que se le han comprado terrenos, pero digamos la verdad, por estrechez de fondos en el ítem Compra de Tierras han privilegiado por su valor menor predios cordilleranos de muy difícil productividad.
La otra verdad es que hay agricultores que nada tienen que ver con el pasado y la usurpación de ellas, son ya cuartas generaciones de descendientes que aman y desarrollan su vocación agrícola con todas las de la ley en cuanto a propiedad se refiere. Entonces, espectáculos como el de la última interpelación es una falta de respeto en su desarrollo a los dos sectores y a la Región en su conjunto.
El Gobierno tiene una responsabilidad histórica e indelegable. Ellos entregaron tierras y títulos a colonos europeos que se han mezclado familiarmente con los nativos de este país, por lo tanto, debe llevar la voz cantante y concreta. Países como Australia, Nueva Zelanda, Canadá y Estados Unidos, por nombrar algunos, enfrentaron con realismo sus temas de pueblos originarios. No lo hicieron con 'interpelaciones' o 'subsidios raquíticos', compensaron de verdad en todo sentido, en lo económico, en la igualdad, donde no hay presencia discriminatoria en ningún sentido hacia sus minorías étnicas.