Lo que viene y lo que se va ...
Desarrollaré más extensamente algunas de estas ideas en próximas columnas. Una versión más extendida ha sido publicada en el medio electrónico Adelante. Es imprescindible que las discusiones sobre el futuro de nuestras universidades sea materia de una discusión pública amplia. Es relevante recuperar lo que un querido colega denomina el ethos universitario. Esto es, devolver la reflexión intelectual al espacio público.
La reciente noticia de que el Gobierno firmó el proyecto que permitirá la derogación del DFL 2, si el Congreso no dice otra cosa, es una noticia que abre todo un espectro de reacciones en el espacio universitario. La primera, evidentemente por parte de aquellos que buscan mantener el statu quo, es la incredulidad en que esto suceda. Se dice que si bien Bachelet ingresó una roja sandía al Congreso, terminará saliendo un magro limón. Claramente, esto es más un anhelo que un análisis político, pues olvidan la potencia de los movimientos sociales. Toda la evidencia muestra que los estudiantes han empujado los cambios. Esto seguirá siendo así.
Un segundo aspecto, señalado por distintos actores y que busca criticar una posible reforma, es que los estudiantes no están capacitados para tomar decisiones sobre el destino de sus universidades. Esto se debería -dicen los críticos- a que son un 'grupo de paso'. Nada más incorrecto. Los estudiantes constituyen un grupo social perfectamente coherente en el tiempo. Por eso sus demandas son las mismas desde hace más de 20 años. Lo segundo que se les critica es que no tienen la capacidad para decidir sobre estas materias. ¿Pero no votan ya en elecciones políticas de todo tipo? ¿Por qué debe ser distinto en la universidad?
Es necesario que tanto estudiantes como funcionarios tengan derecho a elegir a sus autoridades universitarias. Algunos dirán con razón: esto no soluciona los problemas de las universidades. Claro que no, pero es un paso necesario para dar legitimidad a la existencia de aquellos que deciden el futuro de las instituciones universitarias. Cuesta -ya lo sé-, pero hay que arriesgarse a creer que tanto los estudiantes como los funcionarios tienen la capacidad de leer un programa, escuchar a un candidato, preguntarle, si es necesario, y luego votar (la ironía es clara). Por último, lo que espero traiga el futuro: una universidad que discuta en torno a proyectos universitarios. Lo que espero vaya en retirada: arreglos de elite.