Quizás algunos me tratarán de moralista, pero debo hacer una pregunta simple: ¿qué de bien hace legalizar la marihuana en nuestro país? ¿Es que no tenemos ya bastante con el uso y abuso de alcohol y otras drogas para que algunos honorables piensen que su legalización podría beneficiar a nuevas generaciones? Es efectivo que su uso podría tener efectos terapéuticos para ciertas enfermedades, pero de allí a despenalizarla es diferente.

El uso de esta droga 'blanda' tiene efectos nocivos de corto, mediano y largo plazo comprobados. Hoy, con leyes que la penalizan, su consumo es excesivo, ¿cuánto más lo sería si se despenaliza? Hace una semana se dieron los resultados de la investigación realizada por la OEA y la ONU: Chile es el país que más altos índices tiene en Sudamérica de consumo entre adolescentes y jóvenes. Éste ha aumentado notoriamente en los últimos dos años y preocupa la precocidad de los consumidores.

Lamentablemente algunos de los congresistas parecen no darse cuenta de que la marihuana es una antesala al uso de otras drogas 'duras'. Muchos siguen lineamientos pueriles, y a cada idea presentada por un grupo organizado están dispuestos a responder con tal de no perder votos. Al menos así parece.

Ahora bien, ¿realmente a quién beneficia la legalización de la marihuana? ¿Es una necesidad nacional? ¿Será que algunos la quieren legalizar para no estar afectos ellos mismos a las sanciones que recaen sobe los funcionarios públicos consumidores de drogas? ¿Se están evaluando los efectos en todas las capas de la sociedad al largo plazo? ¿O nuevamente se está intentando legislar de manera irresponsable, como lo hemos visto con anterioridad en otras materias? Hemos dicho que el Evangelio nos muestra que las mejores decisiones son aquellas que superan tres filtros: ¿es bueno?, ¿es correcto?, ¿es necesario?

A estas alturas muchos ya no sabemos cómo pedir cordura a los legisladores. Y por otra parece ser que los votantes -un porcentaje mayoritario en nuestra sociedad- simplemente tienen un nivel de racionamiento muy superficial (quizás por ello es que los programas de farándula son tan exitosos), y memoria narcotizada, que no logran relacionar tantos hechos delictuales con el uso de drogas.

Como decía al principio, ¿es que no basta con los efectos que estamos sufriendo como sociedad gracias al uso y abuso de las drogas y el alcohol, que se quiere sumar otra variable más como es la legalización de la marihuana? Por favor, ¿hasta dónde piensan llegar?

El drama que vive un ex colectivero de Temuco, hoy fuera de la actividad por dedicarse obligadamente al cuidado de su cónyuge afectada de la enfermedad de Alzheimer, es el emblema del tremendo déficit que presenta la salud pública y la seguridad social respecto de las personas que sufren este flagelo y de sus respectivos entornos familiares.

Este trastorno cerebral, del cual se desconoce sus causas y que carece de tratamiento para su curación, afecta de forma grave la habilidad para realizar las actividades diarias y es el tipo más frecuente de demencia entre los mayores, afectando las partes del cerebro que controlan el pensamiento, la memoria y el lenguaje.

Si bien es cierto comienza generalmente desde los 60 años hay casos, como el dado a conocer por este Diario, en que se presenta antes de esa edad, aumentando el riesgo con el paso de los años: cerca de un 5 por ciento de hombres y mujeres entre los 65 y los 74 años de edad tiene Alzheimer, y casi el 50 por ciento de quienes superan los 85 años pueden tener la enfermedad.

Todos estos antecedentes son válidos para comprender la necesidad de que el Estado a través de sus órganos pertinentes establezca más hogares que permitan recibir a estos pacientes cuyos familiares se ven imposibilitados de financiar su estada en un establecimiento privado.

El drama de una persona con Alzheimer es el de toda una familia, más aún cuando las condiciones socioeconómicas no permiten opción alguna más que dedicarse a cuidar a dicha persona a nivel familiar. Y, como el caso en comento, dejando a la familia sin ingresos, toda vez que el jefe de hogar ha debido dejar su trabajo.

Es precisamente eso lo que el Estado debe evitar, que una o más personas queden en la más absoluta de las indefensiones porque los órganos encargados de proteger a la sociedad carecen de los medios e instrumentos para hacerlo.

Falta mucho que avanzar en la protección social en todas sus formas y dimensiones para todos los casos de enfermedades mentales.