El camino a una nación pluricultural
Mucho debate genera -y de seguro continuará generando- el mecanismo 'democrático, institucional y participativo' idóneo para establecer la 'Nueva Constitución' anunciada en el programa presidencial en reemplazo de la Carta de 1980: reforma total en el Congreso Nacional, Asamblea Constituyente, u otro.
Con todo, esta discusión desvía el foco de lo verdaderamente relevante. Las reivindicaciones y contenidos largamente postergados, bordeando ya 25 años desde la vuelta de la democracia y luego de ser reformada la Constitución en al menos 25 oportunidades desde el inicio de la transición. ¿Cuáles serían aquellos contenidos? El reconocimiento constitucional de los pueblos originarios; la incorporación de principios rectores del derecho internacional de los derechos humanos, incluido el desarrollo sostenible; la necesidad de equiparar la actual primacía que detentan los derechos civiles y políticos en detrimento de los derechos económicos, sociales y culturales; mayor descentralización regional; nuevos mecanismos de democracia semi directa de participación ciudadana; y las condiciones para un desarrollo justo, productivo y diversificado y una inserción internacional activa.
Referido específicamente a los pueblos originarios, no resulta comprensible que el texto constitucional sólo contemple, a propósito del cuestionado derecho a la educación -artículo 19 Nº10-, un débil reconocimiento del deber del Estado de 'estimular la investigación científica y tecnológica, la creación artística y la protección e incremento del patrimonio cultural de la Nación'. Por el contrario, clama la inserción -en el actual capítulo primero de las bases de la institucionalidad- de una disposición que otorgue reconocimiento constitucional a la diversidad étnica y cultural de los pueblos de Chile.
Aquél reconocimiento, 25 años después de la vuelta de la democracia, significaría la voluntad inequívoca del Estado de Chile de iniciar la construcción política de una nación pluricultural.
, académico de la Facultad