El camino de la violencia en La Araucanía sigue su rumbo invariable y cada fecha emblemática -como ocurre con el aniversario de la muerte del comunero Jaime Mendoza Collío, hecho triste y lamentable- es utilizada para la quema de propiedades de diversa índole, creando una situación cada día más inaceptable, incluso para la propia etnia, que en su inmensa mayoría busca posibilidades de desarrollo en un clima de paz.

La Araucanía es campo, es ruralidad, es pequeña propiedad; pobreza y tremendos desafíos pendientes. En ese marco, la población mapuche lucha por más tierra y mejores armas para iniciar emprendimientos propiamente agrícolas o relacionados con ese mundo productivo, entre ellos el etnoturismo.

Una entidad que ha hecho esfuerzos permanentes y prolongados por avanzar en estas materias es la estación experimental Carillanca, del Instituto de Investigaciones Agropecuarias, favoreciendo las aspiraciones de la pequeña agricultura, entre ella la mapuche. Sorprende, en consecuencia, la inusitada violencia con que encapuchados atacaron a dichas instalaciones, camino a Vilcún, quemando vehículos, galpones y fardos para la alimentación de los animales que permiten investigación en el área agropecuaria.

La violencia es tanto inadmisible como infructuosa en la solución de conflictos y de ello el mundo de hoy nos ofrece innumerables ejemplos; más, aun, agravan las heridas y dejan huellas profundas e irreparables en las sociedades que la viven, en lugar de aportar con posibles soluciones.

El intendente Francisco Huenchumilla lo graficó ayer al indicar que 'manifestamos nuestra condena más enérgica a estos hechos de violencia, ya hemos señalado que no es el método de trabajar en una sociedad democrática. Vamos a interponer las querellas correspondientes, a seguir trabajando en pos de la paz social de La Araucanía, esa es nuestra meta. Sabemos que es un largo camino y la naturaleza de los delitos tendrán que resolverla los tribunales. La sociedad entera de la Región debe rechazar esta metodología'.

Un desafío cada vez más urgente y complejo.

Pese a que Chile en los últimos años ha experimentado importantes avances políticos y económicos, acercándose cada vez más al anhelado desarrollo, lo ha realizado generando un sinfín de estructuras sociales que, lejos de mejorar la vida de todos los chilenos, ha ido configurando una sociedad desigual.

Según la última Casen aún hay más de dos millones y medio de personas que viven en pobreza y exclusión social, por tanto debemos ser capaces de asegurar un proceso en que todos los integrantes de nuestra sociedad sean respetados en su diversidad para que podamos avanzar hacia un país más justo e inclusivo.

Como Hogar de Cristo creemos que nuestro país necesita cultivar una manera de relacionarnos, donde la inclusión sea el modo de despertar la riqueza de la vida y reconozcamos que tanto la solidaridad como la inclusión se aprenden.

Ya lo decía San Alberto Hurtado, luchador de la justicia social y de la dignidad: '¡Sal de ti mismo, por favor! Deja de seguir pensando perpetuamente en ti. Hubo hace algunos años un juego: El YO-YO ... y muchos parecen haber guardado el juguete intacto y lo usan en el día y en la noche, en la niñez, y en la juventud, en edad adulta y aún dicen algunos que hasta un cuarto de hora después de su muerte'.

Hace algún tiempo, más de 100 personas provenientes de distintos ámbitos nos reunimos en el Coloquio '70 años Hogar de Cristo; Compromiso de inclusión social' concluyendo que podemos derribar barreras y acercar distintos mundos.

La sensación final de haber compartido un espacio de respeto y tolerancia, fue sobrecogedora.

El camino de una sociedad más igualitaria requiere identificar los hábitos que generan exclusión.

Aprovechemos este 18 de agosto, Día Nacional de la Solidaridad, para dar el primer paso e invitarnos como país a una cultura más solidaria.

Es un tremendo desafío.

directora