Están virtualmente terminadas las obras del Hogar Universitario construido en Bulnes esquina Bilbao, a los pies del Ñielol. El establecimiento acogerá a 160 varones y 160 mujeres, todos alumnos de las universidades de Chile, Católica y Técnica del Estado. El financiamiento correspondió a la Junta de Auxilio Escolar y Becas.
El Papa Francisco acaba de hacer un dramático llamado a todas las Iglesias católicas esparcidas por el mundo, a orar por la Paz, especialmente en el norte de Irak, en donde la crueldad y una verdadera política de genocidio se ha lanzado en contra de pueblos que la habitan, en razón de sus creencias religiosas o condiciones étnicas.
De entre ellas, señala el Santo Padre, en modo particular las pequeñas comunidades católicas, están siendo devastadas con la pérdida de la vida de no pocos de sus integrantes, y obligadas a huir al exilio desde una tierra en donde han habitado por generaciones.
Detrás de ello, un modo radicalizado de vivir y concebir el Islam, puesto al servicio de evidentes intereses relacionados con el poder, la política y el dinero.
En el día de ayer presenciábamos la multitud que en Corea del Sur, celebraba junto al Papa la beatificación de más de cien mártires, hombres y mujeres, todos laicos hijos de esas tierras, que en su momento debieron ofrecer su vida y derramar su sangre por adherir a Jesucristo y a su Evangelio. Durante esta semana, un misionero español en África, fallecía víctima también él del temido ébola, compartiendo así en todo, fielmente, y hasta el final, a ejemplo de la encarnación de Jesús, la suerte del pueblo a él confiado para su evangelización.
Son sólo algunos testimonios de tantos cristianos que han vivido y viven hoy su existencia y compromiso diario, desde las convicciones más profundas del Evangelio, aún sabiendo que dar testimonio y hacer realidad en la vida cotidiana el amor de Jesucristo, puede dos mil años después seguir implicando dolor, sufrimiento y muerte.
Tal vez, porque quien abre su existencia y corazón a ese tipo de amor se sentirá llamado irremediablemente a trasformar las estructuras de la sociedad y el mundo según el querer de Dios y la salvación integral de sus hermanos.
Ello, como desde el inicio, no será permitido por el mal de este mundo y la diversidad de poderes que lo encarnan. Pero es un dolor redentor, fecundo, capaz de humanizar las sociedades, y cuya sangre derramada ha sido siempre semilla de nuevos cristianos.
En el informe oficial entregado ayer en la mañana ya la lista de personas fallecidas sumaba 7 víctimas por accidentes variados en las carreteras, tanto sea por imprudencia, exceso de velocidad o la presencia de alcohol en los conductores. Este tipo de estadísticas es de habitual ocurrencia en estos fines de semana largos.
Ha habido múltiples campañas, por años, tendentes a bajar estas cifras, con resultados discutibles, como lo comprueba la información oficial del momento, en que todos los accidentes corresponden a responsabilidad de las personas. Son fallas humanas y no problemas técnicos los que han quitado la vida a cuatro personas atropelladas -con conductores que huyen, por lo general-; dos a consecuencias de volcamientos y una séptima por colisión.
Hasta ayer en la mañana se habían registrado nada menos que 207 accidentes de cierta consideración, cuando apenas había transcurrido un tercio de este descanso laboral de tres días.
En general se observa una grave falta de prudencia en calles y carreteras, que comienza con una conducción a exceso de velocidad, a lo cual se suele sumar -en ciertos casos- el hacerlo bajo la influencia del alcohol o en estado de ebriedad.
Por otra parte, el comportamiento de los peatones y ciclistas deja muchísimo que desear. Hay una actitud generalizada de que las normas del tránsito afectan solamente a quienes conducen vehículos motorizados, sinrazón por la cual atraviesan en lugares no permitidos, ignoran las señalizaciones, como semáforos y similares, no utilizan elementos reflectantes, etcétera, poniendo en riesgo permanentemente sus vidas.
Son tantas las imprudencias cometidas a nivel de conductores y peatones que no pueden sorprender las cifras que año a año entregan en estas oportunidades las fuentes policiales. Urge, en consecuencia, una campaña desde la más temprana edad para que los ciudadanos de las futuras generaciones, al menos, se desenvuelvan con un nuevo comportamiento.
Eso no parece haberse entendido, toda vez que los esfuerzos en tal sentido han sido muy débiles.