Entre tantas informaciones negativas, la ejemplar historia del joven tetrapléjico temuquense de 19 años que donó sus órganos ha sido un bálsamo que a pesar de ser un acto individual, permite abrigar esperanzas para que el país revierta la negativa tendencia de procuramientos que se ha venido observando desde el último tiempo. Sugar Manqueo Riquelme, con una promisoria vida por delante mientras se criaba junto a su familia y amigos en su hogar en Labranza, vio dilapidados sus sueños hace cuatro años, cuando en un desgraciado accidente, un menor le disparó una bala en el cuello que terminaría por dejarlo discapacitado.
Podría haber sido víctima de la desesperanza, de una depresión, de la fatalidad, pero según sus cercanos, Sugar nunca perdió la alegría que le caracterizaba, y le transmitió muy claramente a sus padres que si le ocurría algo, quería que hicieran realidad sus deseos de ser donante; de modo que si su vida se cegaba, permitiera que otros tuvieran una nueva oportunidad como él mismo quizás tanto anheló después del accidente. Así fue como luego de fallecer por un infarto cardiovascular esta semana, sus córneas, riñones, el hígado y un pulmón fueron trasplantados a siete personas que llevaban años esperando por un donante. Tres de ellas, de acuerdo a los reportes médicos, se encontraban ya en un complicado estado de salud, por lo que prácticamente Sugar les salvó la vida.
Lo triste es que lo de este joven ejemplar es un oasis. Lamentablemente, y a pesar de todas las campañas que se han generado para sensibilizar a la ciudadanía en el país, las personas aún están renuentes -en su mayoría- a permitir que los órganos de algún familiar que ha fallecido sean procurados por los médicos. Sea por falta de información, por desconfianza o por otra razón poco clara, cuesta que el número de donantes crezca, y con ello, que se reduzca la lista de espera de tantos pacientes que luchan por una segunda oportunidad para vivir.
La historia de Sugar, que a sus 19 años, y luego de cuatro de ellos en condición tetrapléjica, tuvo la visión y la capacidad de donar, debiera ser un poderoso motor para provocar un cambio.