Temuco y Padre Las Casas ¿Hacia dónde van? El crecimiento explosivo de la ciudad, la segregación urbana, congestión vehicular y falta de espacios de encuentros para la ciudadanía nos muestra que el conglomerado o conurbanización Temuco-Padre Las Casas se achicaron o se han quedado sin ideas, esto, porque las administraciones de los gobiernos regionales y comunales construyen o ejecutan sus programas sin la participación real y efectiva de sus habitantes, sin una mirada estratégica urbana y sin una proyección para los próximos 30 o 40 años.

Los efectos del caos en la ciudad y que palpan a diario los peatones, conductores y ciudadanos se deben a las omisiones y malas decisiones que se tomaron o no hace 20 años, hoy ambas comunas tienen sendos nudos y conflictos urbanos, la gran congestión vehicular con un centro capturado por el transporte público y la salida sur con su cruce maquehue ya quedaron obsoletos, el puente Cautín no da cuenta de la demanda del parque vehicular y al terminar la construcción del tercer puente, ya ambas comunas necesitarán el cuarto.

Temuco y Padre Las Casas por décadas le han dado la espalda al Rio Cautín y a los Cerros Ñielol y ConunHuenu, patrimonios naturales que cualquier ciudad los quisiera tener. Por otra parte, la capital regional no tiene lugares para el encuentro del tejido social, léase Casa Ciudadana o Centro del Ciudadano y las Artes, es decir, un inmueble de acceso libre y democrático para todas las organizaciones sociales o comunitarias. Mucho por hacer ahí.

El derecho a la ciudad está lejano aún, hemos estado impulsando esfuerzos para un proyecto Borderío en el Cautín, paseo peatonal, zona típica Feria Pinto-Barrio Estación y otras iniciativas que requieren la participación multisectorial de las diversas instituciones del Estado. Necesitamos revertir los impactos negativos de la actual ciudad donde sólo ha estado a disposición del Mercado y no de los intereses de la ciudadanía. Es el momento, ayudémonos, para que la gente vuelva a ser la protagonista y dueña de su ciudad.

Teñida de fatalidad continúa la remodelación de la avenida Recabarren en Temuco, vía estructurante que conecta al amplio sector surponiente de la capital regional con el centro y en la que el Estado invirtió cuantiosos recursos para, supuestamente, mejorar su usabilidad por parte de los conductores y peatones. Sin embargo, la avenida se ha situado en el centro mismo de la polémica desde que los vecinos notaron, primero, el retraso en su entrega definitiva; y segundo, que las condiciones de seguridad quedaron en entredicho producto de una confusa señalización vial y de la alta velocidad a la que circulan los choferes de vehículos particulares y de la locomoción colectiva, animados probablemente por una avenida que más parece una vía carretera que una urbana.

En poco más de un mes dos peatones han perdido la vida por atropellos. Primero fue el profesor jubilado Andrés Acuña, quien fue impactado por un camión cuando transitaba por la vereda; y el lunes en la noche falleció María Plaza Molina, quien estaba atravesando Recabarren cuando fue arrollada por un vehículo menor. Dos víctimas fatales en el mismo tramo de la remodelación de la avenida que tienen que motivar la reflexión y la acción de parte de las autoridades de gobierno y municipales, y también de los propios conductores y peatones, quienes deben comprender que están frente a una vía que, por razones que habrán de determinarse, se ha convertido de alta velocidad a pesar de estar rodeada de colegios, villas y locales comerciales.

Mientras las complicaciones de Recabarren se resuelven o aclaran en la vereda judicial, por las investigaciones penales de los dos accidentes fatales, y en la de los organismos del Estado, por las acciones de mejoramiento que se han comunicado oficialmente (disminución de la velocidad máxima e instalación de lomos de toro), los usuarios de la avenida tendrán que habituarse al nuevo peligro que enfrentan; un peligro propiciado por un mejoramiento que no tuvo en cuenta las necesarias variables de seguridad para una obra de esta magnitud.