Loable la iniciativa de los senadores Espina y García de trabajar una propuesta de paz para la Región. Sin duda como sociedad necesitamos propender a la paz, pero no solo a nivel regional sino a nivel personal.
Todo lo que cada persona quiere es, luego de enfrentar la vida diaria, llegar a su casa y disfrutar de un ambiente de paz. Pero esto se hace difícil, máxime en ambientes donde la lucha por la subsistencia es dura, donde la historia por la superación ha tenido barreras provenientes de la misma sociedad, donde la delincuencia tantas veces amenazada por medidas dacronianas por parte de los entes del Estado se sigue desarrollando en impunidad, o donde simplemente quienes viven en una tierra cuyas familias por generaciones trabajaron duramente para hacerla agradable y productiva, a cualquier hora del día pueden ser asechados por aquellos que sienten que tienen más derechos de estar ocupando dichas tierras.
Lo lógico es rodearnos de ambientes de paz o tomar acciones externas. Y no sólo es lógico, sino necesario. Pero la Biblia nos dice que si tenemos luchas, pleitos y hasta guerras es debido a lo que pasa en nuestro interior. El conflicto siempre comienza por algún tipo de deseo interior. Y en nuestra sociedad hedonista el deseo ha pasado a ser un verdadero ídolo. Algunos deseos son inherentemente malos, como la venganza, la lujuria o la avaricia. En tanto que otros no son malos, como el deseo por la paz o el éxito. Esto es algo bueno y correcto buscarlo, pero ¿qué pasa si alguien se interpone en el camino del buen deseo? Lo natural será, sobre todo si tiene el poder para hacerlo, exigir el cumplimiento de dicho buen deseo. Se romperá entonces la paz, y la búsqueda del buen deseo llevará a un nuevo conflicto.
Sin cuestionar los esfuerzos por la paz, sino al contrario alabándolos, el Evangelio nos plantea la necesidad de contar con hombres de paz. Pero nos aclara que éstos que buscan y promueven la paz requieren ser hombres de paz. No nos habla del resultado sino de la naturaleza interior del pacificador. En esencia la paz se encuentra en el interior, cuando el hombre se ha reconciliado con su creador. Este tipo de personas, aun en medio de luchas, conflictos y guerras disfrutan e irradian paz, esa que el mundo no entiende, que ni mil propuestas podrán alcanzar.
La propuesta de paz de la iglesia es simple, y a la vez es un ruego: reconcíliense con Dios por medio de Cristo, el príncipe de paz. Esa ha sido la acción de la iglesia en esta Región, y ha sido más efectiva que las políticas del Estado.