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Acrometría se llevó los aplausos en el Municipal

estreno. Una noche mágica se vivió cuando el circo y la acrobacia se apoderaron del teatro temuquense.

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Sobrecogedora y sorprendente, la acrometría española se lució en La Araucanía con una propuesta escénica llena de destreza y talento, que usó la acrobacia, la danza, y la manipulación de objetos. El espectáculo que se ganó el aplauso del público local, se presentó en el Municipal de Temuco, en una coproducción de la Corporación Cultural y la Embajada Española.

Esta atrevida acrometría es el resultado del trabajo de la compañía PSIRC, creada en 2011 este colectivo catalán ha desarrollado una vertiginosa trayectoria en el circuito europeo, hoy situada como una de las principales agrupaciones del circo contemporáneo español. Integrada por el triángulo de artistas formado por Wanja Kahlert, Adrià Montaña y Anna Pascual, quienes se conocen desde que comenzaron a soñar con el circo, formados en distintas escuelas y países el destino los reunió en Barcelona, para iniciar un trabajo creativo que explora nuevos lenguajes acrobáticos.

Precedida de sus éxitos, PSIRC demostró en las tablas del Municipal de Temuco que su trabajo artístico merece el aplauso y la aprobación del público. Talentosa expresión que fue ganadora del premio Zirkolika, como grupo revelación de la temporada 2012 en España, y en 2013 recibió el premio FAD Sebastià Gasch de artes parateatrales, en reconocimiento a la creación emergente.

Basado en técnicas de circo y manipulación, este trabajo escénico ha conseguido dejar una huella propia, intentando dar suavidad a la técnica circense a través de la potenciación del movimiento. Así nace Acrometría, con la historia de un encuentro perturbador, donde los sentimientos se expresan entre acrobacia y poesía.

Desde el inicio de la obra, un teatro silencioso y espectador disfrutó de una propuesta escénica que en pocos minutos transportó al público a un universo paralelo, divertido, ligero y profundo. Fueron 53 minutos intensos de destreza y fuerza acrobática, donde el triángulo de artistas dio vida a diagonales pensativas, puntos silenciosos, perpendiculares misteriosos y círculos infinitos, jugando a crear nuevas geometrías humanas.

Revelando la distancia entre lo psicológico y lo real, esta singular Acrometría ofreció una apuesta similar a un puzzle, donde pequeñas cajas construían la noción del tiempo, obligando a los protagonistas a relacionarse e interactuar con pequeños objetos. Atrapados y abandonadas a una realidad a veces inexistente, no se sabe desde cuándo, ni tampoco si algún día podrán salir, los protagonistas viven su historia en un sótano de un futuro post apocalíptico, donde lo único que les queda es su imaginación.

En su intento por enseñar poesía de objetos, la irreverente acrometría enmudeció al público del Municipal con un lenguaje que se expresa entre la destreza, la precisión y la poesía, con una expresión emocional, metafórica y abstracta. Propuesta que se sustenta en esculturas humanos, usando un vocabulario escénico propio e interdisciplinario, que incorporó el riesgo físico y la ingenuidad del alma.