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protagoniza inspiradormomento de superación en su licenciatura de 8°

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hazaña. Siete abuelitas entre los 73 y 80 años volvieron a estudiar en el Colegio de Adultos Hacia un Nuevo Horizonte.

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Son siete abuelitas. Tienen en promedio entre 73 y 80 años y la mayoría hace tres años era analfabeta y las que no lo eran decidieron volver a primero básico como una manera de estar activas, hacer nuevas amigas y refrescar los conocimientos.

Así es el 'Curso de las abuelitas', como las bautizó con cariño la comunidad educativa del Colegio de Adultos Un Nuevo Horizonte de Temuco.

Una a una, casi por un designio del destino, el año 2012 llegaron a golpear las puertas de dicho establecimiento. Para algunas era la última esperanza, ya que por su avanzada edad en otros lugares educativos le habían cerrado las puertas.

Sus historias son conmovedoras y un ejemplo concreto de superación. Ellas le demostraron a todos sus compañeros de generación, la mayoría 50 años más jóvenes, que nunca es tarde en la vida para zanjar cuentas pendientes y darse una nueva oportunidad.

Por lo mismo, fueron literalmente ovacionadas por sus compañeros en su licenciatura de octavo básico, la que se realizó el sábado en el gimnasio del Colegio Metodista.

Entre quienes decidieron volver a las aulas, como una forma de probarse a sí mismas que todavía tienen cuerda para rato, estaba Lucía Sáez, más conocida como la 'señora Lucy'.

Ella es escritora autodidacta conocida en Temuco y en el círculo literario, sobre todo, por su exquisita habilidad para declamar.

Confesó que la experiencia fue maravillosa y muy enriquecedora.'Decidí volver a estudiar para recordar aquellos conocimientos importantes que estaban un poco olvidados. Además aprendí aquellas cosas que cuando fui a la escuela cuando era chica nunca las aprendí, por ejemplo, los decimales, ahora sí los entendí'.

Acota que 'me emociona pensar en todos aquellos momentos que hemos vivido juntas y con profesoras increíbles dispuestas a lograr que aprendamos. La primera vez fui a la escuela porque me mandaban, ahora porque yo quise y por Dios que he aprendido cosas'.

La actitud jovial y el desplante de Lucy quedó en evidencia durante la ceremonia de licenciatura. Ella con total desparpajo se paró en el pódium y declamó un poema de su autoría, especialmente, creado para la ocasión.

Bastó que dijera la primera frase para que lograra captar la atención de todos los jóvenes que estaban en la licenciatura y al término de su presentación arrancó aplausos de pie y uno que otro 'ídola'.

'¿Qué cuantos años tengo? ¡Qué importa eso! Tengo los años que quiero, los años que siento. Tengo la edad para gritar sin miedo lo que yo pienso, pues tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza y la convicción de lo que quiero. ¡Qué importa la edad que tenga, qué importa eso!', expresó Lucy.

Su compañera Adriana Sáez estuvo a cargo de leer la reflexión de despedida. La ternura de su rostro y su andar parsimonioso hasta el pódium también estuvo acompañado de calurosos aplausos.

'Me gustaría dar las gracias A Dios, porque lo más bien que pudimos hacer las cosas que nos pedía la profesora a nuestra edad. Estamos muy agradecidas de la paciencia de las profesoras y su disposición para que saliéramos adelante. Nos trataron muy bien. Gracias por ayudarnos a cumplir un sueño y terminar esta etapa pendiente con agrado y felicidad', manifestó la abuelita Adriana, quien también decidió volver a las aulas como una manera de recordar, sentir la satisfacción de la etapa cumplida y no quedarse encerrada en la casa sin hacer nada.

'Yo alcancé a llegar hasta tercero básico y no pude terminar, porque se murió mi papá y tuve que ayudarle a mi mamá. Entonces vivíamos en Cholchol. Ahora vivo con mi sobrina y fue ella quien me motivó y creyó en mí. Hice todo el esfuerzo para aprender, me costó, no fue fácil, pero al final uno se siente muy bien con uno', explicó la abuelita Adriana.

Las historias más emotivas del grupo eran de las abuelitas que hasta hace tres años eran analfabetas. Cuentan que vivieron momentos de discriminación y hubo una que se lo guardó como el secreto mejor guardado, crío a sus hijos universitarios y hasta su marido nunca se enteró.

Esta es la historia de Esmilda Martínez, quien se crió en el campo y cuando se casó tuvo seis hijos seguidos. 'Siempre los insté a que estudiaran, como yo no lo había podido hacer para mí fue una prioridad. Tenía una amiga que me ayudaba con sus tareas y yo me hacía la tonta diciéndoles que tenía que cuidar a los más chicos. De esta manera nunca supieron que yo no sabía leer. Nunca lo dije, porque me daba vergüenza. Y mi esposo se enteró sólo hace tres años nada más. Nunca quise decirle, porque a veces uno no sabe si eso lo pueden usar en contra de una, temía que en cualquier momento me pudieran ofender. Pero todo eso ya pasó, ahora me siento feliz'.